Capítulo 30

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Si el sol no puede darte calidez, siempre podrás encontrarla en mis brazos.

Un par de ojos primavera se envolvieron en llamas, convirtiéndose en una hoguera capaz de incinerar a cualquiera que se acercase. Repulsión y cólera fueron evidentes en su rostro.

—No sabes cuánto disfruté eso —dijo Killian—. Si vuelvo a verte tratando de tocarla, a ella o a cualquiera, sin su consentimiento, voy a partirte el cráneo en dos. Aléjate de Rebecca.

Me sostuvo la mirada por un momento, como asegurándose de que estaba bien, entonces se marchó.

NARRA BECCA

—¿Qué diablos es esto? —demandé lanzándole la fotografía con enojo, histérica—. ¡Quiero una explicación y la quiero ahora, Glenn!

Él se agachó a recoger la foto arrugada, alisando sus bordes con cuidado y en un tenso silencio.

—¿Quién es ella? —insistí, aún podiendo ver mi fiel reflejo en la imagen.

¿Cómo era posible? ¿Cómo fue capaz de ocultarme un secreto tan grande y peligroso por tanto tiempo?

Estúpido. Es un estúpido con todas las malditas letras.

—¡Habla de una maldita vez! —grité antes de empujarlo con fuerza.

No era posible que nuestro cabello fuera del mismo tono café, ni que compartiéramos los mismos labios. No podía creer que sus facciones fueran tan idénticas a las mías y me negaba a aceptar que el otoño se abría paso en los ojos de la extraña al igual que en los míos.

—Ella es mi novia —confesó.

Mirando sus ojos comprendí que no solo me había mentido, sino que me había envuelto en una telaraña de engaños donde me hizo creer que yo era más, que lo era todo para él.

—Y tu hermana —añadió.

—¡Y lo supiste! —acusé exasperada—. Todo este tiempo lo supiste, ¡todos estos meses, maldito desgraciado! —escupí con las manos hechas puños, queriendo golpearlo.

—Ya no necesito fingir más, no es necesario fingir que te amo o que alguna vez me importó lo que sea que saliera de tu repugnante boca —dijo de golpe. Las oraciones fueron como balas. Su rostro se transformó en uno que no conocía—. Todo lo que hice fue para protegerla. Desde que apareciste en ese callejón y me dijiste toda la mierda que habías hecho supe que tenía que alejarla de ti, incluso si no se conocían aún —confesó con un amor feroz que no me pertenecía. Ella era su propulsor, siempre lo había sido—.Eres cruel, egoísta y tóxica. Jamás dejaría que te acercaras a la vida de tu hermana para ponerla en peligro, porque si alguien te está siguiendo y desea verte sufrir es porque tiene motivos. —Su pecho subía y bajaba irregularmente—. Y tú misma se los has dado —sentenció.

Parpadeé incrédula.

—Todo este tiempo fingiste preocuparte por mí... ¡Creí que me querías! —Se me cristalizaron los ojos debido a la impotencia, por perder algo que estaba segura que me pertenecía—. Pero ahora no te queda absolutamente nada, la abandonaste y seguramente ella te está odiando tanto como yo lo hago.

—Es imposible. —Una sonrisa agridulce curvó sus labios—. Porque a diferencia de ti, tu hermana es buena, demasiado para este mundo. Ella estaba investigando sobre su pasado, quería conocerte a ti, su familia, pero yo no pude permitir que ennegrecieras su corazón.

La verdad me golpeó como una ráfaga de viento.

—Tú no fuiste a prisión por robo, mentiroso —acusé—. Aquella noche en el orfanato, no era el maldito que está detrás de mí el que estaba robando los archivos de adopción. Era... era ella, ¿verdad?

Maldita sea.

—Yo la golpeé, disfruté escuchando cómo crujían sus huesos. —Ataqué a mi propia hermana sin saberlo—. ¡Lo podrías haber evitado! Pero no fue así, tú pagaste por lo que yo había hecho y ahora ella cree que el responsable eres tú. ¡Hiciste todo para que ninguna supiera de la otra! Ese era tu estúpido plan, me trajiste hasta aquí para que tomara un avión hacia otro continente y tú pudieras volver con ella.

Al ver sus ojos supe que esa era la verdad, tan clara como su aversión hacia mí.

—Ya puedes tomar tus setenta y cuatro mil dólares y esfumarte de nuestras vidas —dijo—, y no regresar.

—No lo entiendes, ¿verdad? —Fruncí el ceño—. Yo no había dejado rastro, pero si quien sea que me busca la ve, todo el plan se cae a pedazos. Irá tras ella. Estabas tan concentrado en alejarme a mí de mi hermana que olvidaste quién es la verdadera amenaza.

Repentinamente, la sonrisa regresó a mis labios. El deleite fue exquisito. Adoré ver cómo su rostro se volvió a transformar. El miedo le brilló en los ojos al notar su equivocación.

—Yo puedo largarme porque ahora tu novia será el blanco.

Podía disfrutar el cielo mientras alguien tomaba mi lugar en el infierno. Al final, todo había salido a mi favor sin siquiera haberlo planeando.

Glenn estaba a dos segundos del suicidio. Era notable.

—No puedes marcharte sin dinero —se precipitó a decir, sacando fuerzas de quién sabe dónde—. Y no te daré ni un centavo hasta que me ayudes a salvarla.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora