"Cuando pienso en ti, ningún día parece igual al anterior."
Narra Rebecca
Mis zapatos iban y venían por el estacionamiento. Me crucé de brazos, pero parecía más un abrazo a mí misma que una posición a la defensiva. Mis emociones estaban alborotadas y me asusté porque eso no ocurría hacía años.
No era una persona que aceptará perder el control con facilidad.
¿Por qué seguía ahí? ¿Qué estaba esperando? No quería a esa impostora. No me preocupaba. No...
Deseé que se muriera y puede que lo haya hecho.
Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, abrumada. Nada de aquello debería haber ocurrido. Solo quería que ella se alejara de mi vida para poder retomarla y que ningún psicópata me acosara. No era mucho pedir.
Ni siquiera sabía dónde estaba Gleen y Kyle, la única que podría saber dónde su hermano había escondido el dinero, seguía dentro del hospital.
Tendría que haber desaparecido. Debería haberme subido al primer vuelo que encontrara y alejarme de Shinefalls
—¡Rebecca!
Cuando giré, Tyler venía corriendo en mi dirección. Estaba pálido y sudoroso, temblando como la última hoja con la llegada del invierno. Cuando se detuvo frente a mí, le faltaba el aire y se inclinó con las manos en las rodillas para intentar recuperarlo.—Es... —dijo entre rápida inhalaciones y exhalaciones—. Es tu hermana. Va a morir, Becca.
Me relajé.
Cada fibra de mi cuerpo había estado tensa hasta ese momento, pero cuando lo escuché hablar mis músculos parecieron desprenderse unos de otros. Por primera vez bajé la guardia. No era tranquilidad lo que sentí, sino vulnerabilidad. Miré los ojos azules del chico —llenos de pánico—, y perdí la fuerza para mantenerme en una pieza mental.
—Va a morir y eres la única que puede salvarla —repitió en un hilo de voz.Retrocedí hasta que mi espalda hizo contacto con la puerta del pasajero de la camioneta. Negué con la cabeza de inmediato. No podía ser real. No quería ni podía involucrarme con ella.
Yo no era capaz de salvar a nadie, solo a mí misma con suerte.
—Necesita una transfusión de sangre y a los médicos se les está acaban el suministro —explicó con rapidez, incorporándose a pesar de que sus hombros seguía caídos—. Si no lo hace...Volví a negar con la cabeza, estaba vez con frenesí, y antes de que pudiera moverme, Tyler estaba sobre mí. Me tomó con fuerza por los brazos. Sus uñas se enterraron en mi piel, pero ya no sentía esa clase de dolor. Estaba entumecida con la noticia.
—¡Reacciona, Becca! —gritó a centímetros de mi rostro, pasando de la tristeza a la furia—. ¡Por amor de Dios, reacciona de una maldita vez! ¡Te estoy diciendo que se va a morir si no haces esto! ¡Tu hermana se va a morir!—¡Suéltame! —exploté empujándolo lejos.
Se tambaleó hacia atrás y lo miré con odio.—Deja de llamarla así —dije agitada—. No es mi hermana y nunca lo será. ¡No puedo salvarla! ¡Entiéndelo y déjame en paz, por favor!
Mi vista empezó a arder como el infierno al recordar mi niñez. Quería correr lejos y lo intenté, pero él se interpuso en mi camino.
—Puedes hacerlo —susurro con cautela ante mi reacción—. Sé que no la dejarías morir teniendo la posibilidad de salvarla. Sé que en el fondo eres consciente de eso.
Me mordí el labio inferior hasta que sentí el gusto metálico de la sangre deslizarse en mi boca. La impotencia me llevó a formar puños con las manos y las lágrimas salieron de mis ojos sin autorización. Mi visión se nubló y el corazón me latió con violencia en el pecho. Desde la noche del accidente me había prohibido ser vista así, tanto como sentirme tan frágil como lo estaba haciendo en ese instante.—Dejé morir a mi madre —confesé.
Tyler palideció y mis piernas cedieron hasta que estuve con la espalda apoyada contra la camioneta y el vestido arremolinado alrededor de mis rodillas.
—Estaba conduciendo y algo falló con el motor. Salieron chispas, y de ellas una llama, y de eso un fuego incontrolable. —Sorbí por la nariz, sin ser capaz de sostenerle la mirada—. Creció tanto... Nos estaba consumiendo. Olía nuestra carne derritiéndose dentro del puto coche. Le grité que debíamos salir porque iba a haber una explosión, pero su... Su cinturón de seguridad no cedió. Me obligó a sacar a Félix, que estaba inconsciente por el humo, y antes de que pudiera alcanzarla... —Cerré los ojos con fuerza, sin poder terminar—. No la salvé. Haga lo que haga, algo saldrá mal y la gente morirá de igual forma. Nadie merece estar cerca de mí. No merezco amor, ni siquiera de...
—¿De tu hermana?
Asentí. El silencio pesó a nuestro alrededor antes de que se sentara a mi lado.Cuando lo vi a los ojos, ya no me miraba como solía hacerlo. En medio de sus propias lágrimas, hubo esperanza.
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El cuenta mitos de Becca
Genç KurguEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.