Capítulo 5

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El resentimiento es la motivación de los grandes errores y el precio a pagar.

Como música para mis oídos

Será que soy demasiado observadora y puedo ver lo que esconde detrás de su puerta cerrada. Es que puedo ver sus ojos inquietos a través de la mesa, y su silencio perpetuo mientras cenamos. Félix esconde algo, algo que no quiere que llegue a oídos de papá.

Logré verlo escaparse a media noche, la luna un fiel testigo de aquella escena. Inevitablemente lo seguí hasta los barrios bajos de Shinefalls, una boca de lobo en la espera de la ingenua presa.

Observé a través de un callejón cómo se encontraba con sus secretos, las personas que simulaba no conocer. Eran los problemáticos, muchachos que solo se juntaban a fumar, beber y tocar por largas horas su melodía de rock. Boxeadores y corredores ilegales que se escondían bajo chaquetas de cuero.

El éxito de un secreto consiste en poder esconderlo a plena luz del día, pero Félix olvidó que en la noche tampoco se puede confiar para guardarlo.

Cerré mi laptop lentamente al terminar de leer el post de Becca mientras mis ojos se clavaban en la puerta de madera cruzando el pasillo, donde carteles amarillos y rojos, logos de bandas y marcas acreditadas se adherían al material como si fueran parte de él.

Mi hermana sabía algo sobre el chico, y estaba segura de que Félix la repelía por aquello.

¿Becca lo extorsionaba? Casi había apostado todas mis fichas a eso, pero me era un tanto inverosímil creer que él había tenido algo que ver con su desaparición.

Sin descartarlo observé el reloj de mi muñeca, faltaban alrededor de cuarenta minutos para que él llegara del instituto. Me incorporé y crucé la corta distancia que me separaba de su puerta. Mi mano se enroscó alrededor de la gélida perilla mientras me preguntaba si irrumpir en la habitación de alguien sin su consentimiento era alguna clase de pecado.

Becca solo me había dejado pistas dispersas en su diario, pero necesitaba conocer el secreto para presionar a Félix solo un poco.

Soy una persona terrible, no debería estar haciendo esto.

Roté el pomo, el suave sonido del crujir de la puerta inundó mis oídos antes de escuchar pasos provenientes de la escalera. Cerré la puerta sin ser capaz de obtener nada justo en el momento en que Meredith apareció al otro extremo del corredor.

—Becca, el señor Carter quiere que bajes —murmuró con varias prendas de ropa dobladas y planchadas entre sus manos.

Yo asentí lentamente mientras me encaminaba escaleras abajo y veía la forma en que ella entraba en la habitación de Félix a dejar la ropa.

Inquietud hizo latir mi corazón antes de encontrarme a Carter colocándose uno de sus negros y largos sacos de ejecutivo.

—Creo que te haría bien salir a tomar aire fresco, Becca —comentó mientras terminaba de bajar el último peldaño de la escalera. Él tomo del perchero un abrigo rojo y lo sostuvo entre sus manos en la espera de que me lo ponga—. Estuviste encerrada desde que volviste, ¿no crees que ir por un paseo te haga bien? —finalizó con voz suave.

Tragué la bilis antes de darle la espalda y deslizar mi brazo dentro del suave material de la manga. Se sentía fatal hacer pensar a un hombre que su corazón estaba en una pieza cuando yo era consciente de que pronto volvería a romperse contra la realidad.

Sin embargo, aquella sensación empeoró cuando entramos al concurrido café Bloodlines, donde no solo le hice creer a un padre que su hija había regresado, sino a todo un pueblo.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora