Capítulo 64

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"Mi momento favorito del día era cuando iba a la cama, cerraba los ojos e imaginaba mil escenarios diferentes contigo. Dulce imaginación, dulce irrealidad."

Me congelé.

Mi corazón no quiso responder a pesar de que lo hizo.

Un frío que solo podía provenir contradictoriamente del infierno me recorrió la columna. Fui consumida por el miedo y el odio nubló mi juicio. La desolación lanzó un golpe que me dejó sin aire. Estaba cara a cara con una pesadilla enfrascada en un cuerpo humano, de la que despertar no era una opción.

Ellos eran los responsables del temor de Becca, de mi sufrimiento, de cada maldita mentira que fue obligada a decir. 

Nunca hubo un extraño, una persona detrás de cada mensaje, amenaza y cruel obsequio. Era un grupo.

Eran tres.

23 HORAS ANTES

Exhalé despacio, temiendo que hacerlo muy rápido fragmentara mis pulmones. Cerré los párpados y me engañé susurrando que todo estaría bien.

Había pasado tantas horas pensando, analizando cada minuto desde que había llegado a Shinefalls. Intenté concentrarme en las posibilidades, en las pistas que había conseguido sobre cada persona que formaba parte de la vida de mi hermana, pero era imposible.

Mis pensamientos volvían a los ojos de Oliver; cuando me había cargado a través del bosque, cuando me trajo a casa una noche estrellada y esas las mañanas donde esperaba pacientemente en el casillero de mi hermana para verme. Al principio tenía sospechas, creía que su padre lo había enviado a vigilarme porque no se tragaba mis testimonios, pero era mucho más que eso.

No sabía con exactitud que información tenía Oliver, pero sabía que era demasiada.

Había oído que Sarah tenía pensado encontrarse con el oficial mañana, en el baile de caridad. Intenté con desesperación localizar a Oliver, pero no daba señal de vida. Debía arriesgarme a encontrarlo antes que ella, pero a su vez me preguntaba cómo iba a conseguir que me diera la información.

La respuesta era sencilla aunque difícil de conseguir: Dinero.

Recordé las antiguas conversaciones con Félix, donde me decía que corría en las pistas para obtener el efectivo necesario para pagarle al investigador. La posibilidad de pedir ayuda a Glenn vino mi mente, pero no era capaz de tomar los setenta y cuatro mil dólares que había robado. No quería meterlo en más problemas ni arrastrarlo conmigo cuando cada parte de mí sabía que necesitaba alejarlo luego de lo que hizo.

Recurrir a los Rosewood era imposible. Ademá,s no sabía la suma exacta que Oliver podría llegar a exigir. La única pista que tenía en mente era que Félix podría costear al investigador con lo ganado en las carreras ilegales, pero de igual forma no había ganado grandes cantidades como alguien más.

Como Killian.

Él es el jefe, así lo recordaba, pero pedirle dinero implicaba decirle la verdad y aún no me olvidaba de sus ojos decepcionados al enterarse sobre James D'Charles y Rebecca. Tampoco quitaba de mi mente los gemidos procedentes de su habitación. Sin embargo, lo que más me aterraba era la amenaza de Becca:

Ahora sabes de lo que soy capaz de hacer.

No existes ni existirás.

Él nunca sabrá que se enamoró de otra chica.

Sabía qué era lo que debía hacer. Tenía que abrirme con él esperando que pudiera salvarme de donde sea que me encontraba atrapada.

Abrí mis puertas francesas de par en par. Atravesé el balcón iluminado bajo el temprano anochecer del cielo y apoyé mi mano en el picaporte de su puerta.

Él me odiaría cuando supiera el engaño. Se daría cuenta que no era quien pensaba y todo aquel tiempo me llamó por un nombre que había robado, pero tal vez me quería lo suficiente como para ayudarme, estrecharme entre sus brazos y susurrarme las historias que escondían las constelaciones para tranquilizarme.

Antes de que pudiera girar el pomo, la puerta se abrió de golpe.

Benditos y jodidos ojos primavera.













El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora