Capítulo 87

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"Las tormentas más feroces son aquellas que se desatan en nuestros corazones."

Amit, Kyle y Pixie estaban de rodillas frente a nosotros, en una hilera perfecta. 

Los habían capturado uno por uno.

Estaban cubiertos de tierra y arañazos. Algo de sangre se vislumbraba en sus ropas, dejando saber que habían opuesto resistencia en la lucha. El chico estaba erguido en una pose feroz a pesar de su posición vulnerable. Pixie tenía los ojos cristalizados y su cuerpo temblaba mientras reprimía los sollozos, mientras Kyle me miraba como un animal asustado.

No había señal de Tyler, pero personas para llenar el lugar no faltaban.

James estaba de pie tras la pelirroja, apuntándola con un arma. Se me hizo imposible verlo como alguien que una vez amó a Becca.

—De rodillas —ordenó una voz proveniente de los rosedales, antes de que Stella apareciera.

Mi hermana ya estaba como quería, así que miré a Killian. Observaba a su hermana con las manos hechas puños. El dolor y la cólera eran equitativos en la forma en que le sostuvo la mirada. Habían crecido juntos, compartían un lazo de sangre, pero al final del día cualquier lazo puede desatarse. Nos atamos a nuevas personas o a ninguna en absoluto cuando nos defraudan.

—No quieres que lo repita, ¿o sí? —provocó la chica, dejando caer una mano sobre el hombro de Pixie. 

Sin mediar palabra, las rodillas de Killian cedieron. Él sabía que no era un juego, sino cuestión de vida o muerte. Entonces, todos los pares de ojos se fijaron en mí.

—Tu mentira no llegó muy lejos, cariño —dijo Stella con regocijo—. Todo cobró sentido al saber que eras una...

—No le hables —advirtió Killian, a lo que ella arqueó una ceja.

—Cállate la maldita boca —replicó James antes de trasladar tanto sus ojos como arma en mi dirección—, y tú de rodillas, cariño. 

Obedecí. El temor era un arma de doble filo; podía obligarte a ser más valiente o a darte por vencido, y en ese momento me sentí derrotada.

Alguien aplaudió con ironía.

Escuchamos sus pasos y luego su ronca risa. Su figura era una mancha oscura a la distancia, pero cuanto más se acercaba más fácil era divisar las facciones cargadas de goce de Trainor.

—Jamás pensé que podría hacer que Rebecca Rosewood terminara de rodillas —me dijo con un tono de burla—, pero tú no eres Becca, ¿verdad, pequeña perra mentirosa? —Se detuvo frente a mí e inclinó hasta el punto en que sentí su fétido aliento en mi rostro—. Se acabó el juego, niña.

Sin previo aviso Killian se lanzó hacia Trainor, pero este desenfundó su pistola con unos reflejos que le habían permitido llegar a tener el trabajo que tenía. Mi corazón se detuvo cuando sentí el metal rozar mi frente, e igual lo hizo el cuerpo de Killian.

Contemplé cómo pasó del odio al pánico en cuestión de un segundo.

—Un paso más y juro que no volverás a verla —amenazó Trainor con el dedo en el gatillo.

El chico no retrocedió. Volvió a estar sobre sus rodillas allí donde estaba de pie. 

—Tú nos quieres a nosotras, no a ellos. Déjalos fuera de esto —gruñó Rebecca—. No seas un hijo de...

—¿Por qué lo haces? —interrumpí para ver al hombre, quien guardó silencio por un momento.

—Pensé que si eras lo suficientemente lista como para fingir ser otra persona serías tan lista como para descubrir que esa basura. —Hizo un ademán a mi hermana—. Es la causante de todos los malditos problemas que he tenido.

—¡¿Pero qué diablos te he hecho yo a ti?! ¡¿Qué te hicieron todas estas personas para que las tengas suplicando por sus vidas?! —replicó ella.

Le sonrió con una malicia cínica.

—Te lo diré, pero antes deberías ver algo.

Hizo aparecer a Glenn.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora