Los pecados se alimentan de nosotros, nos consumen hasta el punto donde ya no diferenciamos el bien del mal.
El timbre sonó mientras nos preparábamos para cenar el domingo a la noche. Carter había anunciado que tendríamos visitas.
Fue difícil disimular los moretones hechos por Amit con maquillaje, creo que se debió a que nunca supe cómo aplicarlo correctamente y a que jamás tuve a nadie para enseñarme, pero el señor Rosewood pareció no notarlo en absoluto a diferencia de Félix.
Evidentemente la visión de un chico de su edad estaba lejos de desgastarse como la de el papá de Rebecca.
Él me tomó del codo y arrastró a la cocina. Sus ojos grises parecían preocupados cuando me contemplaron más de cerca.
—Félix... —comencé, pero me interrumpió.
—Ahórratelo —se apresuró—. Lo sé todo, los rumores vuelan rápido. Ahora podrías explicarme por qué diablos fuiste a la fiesta de Stella, ¿no crees?
—¿Por qué estabas con ella esa noche? —repliqué.
Mis preguntas no iban a quedarse atrás.
—Contéstame, Becca —insistió, ignorando mis interrogantes.
Exhalé despacio antes de echar una mirada sobre su hombro a la puerta de la cocina.
—Te seguí porque no confío en Stella.
Temía que lo usara para herirme. De una forma u otra lo haría, pero no quería que involucrara a Félix. Él no merecía ser el títere ni mensajero de nadie, mucho menos salir lastimado en el proceso.
—¿Debo repetirte que es mi vida de la que hablamos? —añadió irritado.
—¿Por qué te cuesta tanto creer que me preocupo por ti? —inquirí en su lugar, cansada—. Quiero ayudarte y asegurarme que estarás bien, pero tu no me dejas —acoté con una acusación que no logré disimular.
—Es porque no necesito ayuda —siseó cortante.
Sus ojos grises me contemplaron con cólera antes que de pasara por mi lado, golpeando mi hombro contra el suyo en una clara advertencia: «Apártate o te apartaré yo»
—Hijo, ¿dónde vas? —preguntó Carter desde la sala cuando su él tomó su chaqueta y salió a paso rápido por la puerta principal, pasando junto a los invitados sin dedicarles ni una mirada.
—Esta siendo impulsivo, volverá —aseguré, encaminándome a su lado y encogiéndome de hombros—. Adolescentes, ya nos conocen.
Varias risas se oyeron, pero estaban lejos de ser genuinas. Parecían forzadas en la incómoda situación.
Entonces, me encontré con un par de ojos negros: el hombre llevaba unos de esos trajes que iban de la mano con aires de riqueza. Su cabello era negro y salpicado de canas, con un corte bastante juvenil para su edad, pero que aún así le sentaba elegantemente.
—Espero que recuerdes a tu tío Conrad, Becca. —Sonrió—. Y hoy viene acompañado. Te presento a su ahijado, Amit.
Me quedé de piedra.
El silencio reinó por unos instantes que parecieron eternos mientras nos mirábamos mutuamente con el chico.
¿Él tío de Rebecca era padrino de Amit? Imposible. Eso no aparecía en el diario. Él no lo hacía.
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El cuenta mitos de Becca
Teen FictionEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.