Capítulo 28

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Como el sol y la luna, nos complementamos de alguna forma, pero jamás estaremos juntos al mismo tiempo en el cielo.

—¿Para qué necesitas el dinero? ¿Cómo puede ayudarte a encontrar sentido a esas palabras? ¿Cómo estás tan seguro que se trata de mi pasado?

Demasiadas preguntas que, a pesar de que quise guardar para mí, fui incapaz. Nunca nadie me había dicho algo tan desconcertante. La desesperación se escuchó clara en mi voz e inhalé despacio sabiendo que Becca no actuaría así.

—Porque ella me hizo prometer que te cuidaría y te daría respuestas si alguna vez las buscabas.

El anhelo con el que habló de su madre me partió un poco el corazón.

—Eso no responde a la cuestión del dinero.

—El problema es que no he descifrado sus palabras, no logro encontrarles sentido —dijo impotente, más para sí que para mí antes de mirarme—. Cuando desapareciste contraté un detective. La policía hacía poco y nada, daba falsas esperanzas a papá, y eso... eso nos estaba matando a ambos. Ahora que estás de vuelta necesito el dinero para saber quién eres. Lo mereces, ¿sabes? Antes no creía que lo hicieras, pero sé que escapaste para protegernos, y es mi turno de hacer algo por ti.

Me dejó sin palabras. El miedo por la incredulidad que se me arraigaba en el pecho cedió un poco en cuanto me percaté que Becca había hecho algo noble, desinteresado, y su hermano era consciente de ello.

—Necesito pagarle para que llegue hasta el fondo de todo —añadió con firmeza en el tono y suavidad en los ojos.

—¿Qué sabes hasta ahora?

El gusto acerbo en mi lengua se intensificó. El detective podría haber averiguado que Becca tenía una gemela, que me tenía a mí. Eso sería un lío en potencia.

—Nada aún. —Suspiró, y fue como volver a respirar—. En cuanto pague lo sabré, y te prometo que será pronto.

Saber que alguien tendría, si era bueno en su trabajo, evidencia que podía llegar a derrumbar el castillo de engaños que había construido me hizo estremecer. Lo peor era que todavía no tenía idea del paradero de Becca, sino un puñado de pistas que estaban lejos de ser suficiente.



—Nuestro fugitivo favorito salió en primera plana —canturreó Tyler cuando me subí al asiento del copiloto el lunes, arrojando a mi regazo una página del diario local antes de arrancar—. Aunque debo admitir que el uniforme resalta sus glúteos. —Se encogió de hombros.

En primer plano se mostraba una fotografía extraída de una cámara de seguridad. Un oficial de policía apuntaba directamente a la cabeza de un empleado mientras uno grupo de civiles se lanzaba al piso, aterrados, pero aquel policía no era real, era Glenn.

—Un fugitivo de la ley asaltó un banco de Seattle, llevándose consigo más de 74.000 dólares en efectivo. Scotterfull entró al establecimiento haciéndose pasar por el oficial de turno, Garry Worral, antes de amenazar a punta de pistola al gerente del banco. —Leí con rapidez.

Mierda.

Mierda. 

Más mierda.

—Ese oficial, casualmente, trabajaba también en nuestra prisión favorita —acotó con énfasis y burla en la tercer palabra.

—Donde Glenn estuvo preso por mi causa —recordé—, pero nada de esto tiene sentido... A él lo liberaron tras dos meses de cárcel y tu dijiste que lo habías visto en las últimas semanas antes de desaparecer. Es obvio que era hombre libre. ¿Por qué hablan de fugitivo si ya había cumplido conde...? —Pregunté, pero la respuesta llegó sola, fuerte y claro—. Le habían dado ocho meses. Tiene que haber salido antes por buena conducta.

—Le tienen que haber dado prisión domiciliaría, lo que él terminó violando y, exactamente por eso, tendría que haber vuelto a prisión —completa, armando el rompecabezas—. Lugar donde conoció a Garry Worral, donde pudo descubrir que trabajaba en el banco y así idear cómo robar el dinero. Dios, esto está mejor que un película...

Le lancé una mirada de reproche.

—Lo siento, lo siento... ¿Qué diablos le está ocurriendo? —Inquirió—. Sin motivos el no se convertiría en el Clyde de la nueva era. No entiendo.

—Ese es el punto, él no tiene motivos —susurré antes de girarme en el siento para mirarlo—. Tenemos a Clyde, pero él no es el que maneja el juego, Ty. No puede ser el responsable de esto.

—Hay una Bonnie —entendió con un ronroneo—, y tenemos que cazarla.



Entrar a Liver High fue exactamente como hacía días atrás: mismas miradas clavándose en mí como estacas en el pecho. Los susurros sobre los acontecimientos de la fiesta de Stella se oían a kilómetros, pero solo una persona se atrevió a hablarme a centímetros.

Oliver Trainor, con su mirada cargada de preguntas y preocupación, fue un obstáculo para llegar al casillero de Becca.

—¿Estás bien? —Se cruzó de brazos.

—Eso creo. —Ver su uniforme me traía recuerdos de Glenn, así que aparté la mirada—. Gracias por llevarme a casa la otra noche, por cierto. No sé si te lo agradecí.

—Sabes que estoy para ayudarte —dijo, pero de forma automática se aclaró la voz—, ayudarlos, a todos.

Por un segundo creí que todos lo habían oído, pero luego entendí que el silencio que se produjo no fue por nosotros, sino por Pixie, la amiga de Stella y Sarah. A medida que avanzaba cabizbaja por el corredor los susurros se disparaban.

—¿Qué ocurre?

—No lo sé, soy policía, no es mi deber hacer caso a rumores de preparatoria —indició amablemente.

—Podrías sorprenderte de lo que hay detrás de los rumores —contesté.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora