Si vas a llorar, hazlo con fuerza. El llanto a medias deja la mitad de la tristeza dentro.
Era incapaz de dormir esa madrugada, mi mente seguía empeñada en rememorar los eventos de la noche anterior.
¿Cómo fui tan ciega como para no ver la realidad? Amit era ese muchacho que Stella había amado, el mismo que la traicionó con su mejor amiga. Aquella aventura había sobrepasado la medianoche, se había convertido en un amor de todos los días y transformó lo que Stella tenía para dar en puro odio y rencor.
Un placer culposo
A veces estamos tan absortos en una persona que solemos olvidar todo lo que tiene sentido, lógica. Me percaté tarde del daño que había hecho, pero valió cada segundo que estuvimos abrazados.
Creo que el amor se puede dar a lo largo de los años, pero también en una milésima de segundo. Al fin y al cabo, se supone que las almas son inmortales. La mía y la suya pudieron haberse conocido hace siglos. Se reencontraron y solo tomó sesenta segundos para que recordasen cuánto se querían.
Herir a Stella no me hace sentir mal. ¿Qué es el llanto de una semana de una chica cualquiera en comparación con una conexión entre dos personas que atravesó el tiempo? Nada. Una insignificancia.
Cerré la laptop cuando amaneció. Ni siquiera tenía fuerzas para reír de lo irónico que fuese el hecho de que Becca parecía toda una poeta a la hora de redactar, pero en que en la vida real era tachada como un ser que estaba lejos de asemejarse a alguien que dedica su vida a la poesía.
Me propuse bajar las escaleras en silencio, necesitando una taza de café con urgencia tras haber dormido tan poco, pero me frené en medio del pasillo.
Al pasar por la puerta entrecerrada de la habitación de Félix, oí un suspiro irritado. Lo extraño fue que se oyó sobre música clásica. Escuché atenta y sorprendida.
¿Qué clase de adolescente iba a carreras ilegales por la noche y escuchaba a Vivaldi por la mañana?
Abrí lentamente la puerta para observarlo encorvado en un rincón de la habitación. El aire era pesado, como si no hubieran abierto una vez en días.
—Las cuatro estaciones —reconocí—. ¿Esta parte qué es? ¿Verano?
No había rastro de lágrimas en sus mejillas, pero se acumulaban en sus ojos. La imagen me aturdió y rompió el corazón a la vez. Jamás lo había visto tan triste. Me pregunté qué le diría o haría su verdadera hermana en esta situación.
—Primavera —corrigió antes de descansar su cabeza contra la pared—. Era su preferida, ¿sabías?
Me quedé quieta en la penumbra al reconocer que hablaba de alguien que ya no estaba.
—¿De quién? —dije vacilante.
—De mamá.
Dos palabras podían cargar con mucho dolor.
No sabía demasiado de Mary, pero no necesitaba detalles para tener la certeza de que había entregado más que su corazón a Rebecca; le había dado todo y la hizo sentir amada.
Era consciente de que estaba muerta. Había fallecido hacía alrededor de un año y medio. Ahora solo quedaban los fantasmas de sus ojos en las viejas fotografías que adornaban la casa de los Rosewood.
Sin decir nada me senté a su lado. Ambos observamos la penumbra en silencio, hundiéndonos en nuestros pensamientos.
—Becca. —El nombre salió casi a la fuerza de sus labios, como si no quisiera decirlo—. No quiero que vuelvas a hablar de las pistas —dijo con una suavidad muy firme—. Prométemelo.
Vacilé por un instante.
—Lo haré, pero necesito la verdad. Dime para qué necesitas el dinero. ¿Qué vale más que tu vida, Félix?
Fui testigo de cómo peleaba internamente, contra cada palabra que deseaba decir y no debía.
—La verdad —respondió—. La verdad sobre ti.
Oírlo me heló la sangre.
—¿Qué verdad? —interrogué.
—Antes de morir, solo segundos antes de que partiera, mamá me susurró algo —confesó—. La corona de Australis tiene un linaje impuro —recordó—. Al principio pensé que estaba delirando por el dolor, que decía cosas sin sentido, pero... pero creo se refería a tu pasado.
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El cuenta mitos de Becca
Подростковая литератураEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.