Si vas a mentirme, hazlo con odio. Si me mientes con dulzura me dolerá el doble.
Aquello estaba mal, muy mal.
Intenté impedir que esos sentimientos se manifestaran, pero fue imposible. La impotencia recorrió mis venas una y otra vez, sumiéndome en su perpetuo circuito de autodestrucción.
Pixie ahora sabía la verdad. Tyler y Amit se encargarían de contarle cada detalle, desde el principio de la mendacidad hasta el presente en el que nos sumergíamos y el futuro cercano que amenazaba con despedazarse trozo por trozo, segundo a segundo.
Becca, de alguna enigmática y horrible forma, se había enterado del accidente de Félix y había regresado a Shinefalls para ver a su hermano con sus propios ojos. El gesto enterneció mi corazón, pero luego ella se quebró al ver lo sucedido. Había tenido una confrontación con su hermano y Carter, se oyeron gritos, se asentaron la tristeza y la ira. Por mi culpa había creído que su familia no la quería, cuando en realidad luego de un año sin verla me habían recibido con tanto amor como el que era posible. Amor que nunca me correspondió, que era exclusiva y únicamente para ella.
Se lo robé.
Le arrebaté el reencuentro más anhelado.
¿Cómo había sido tan ciega como para no notarlo antes? Me estaba adueñando de su vida en más de un sentido. Quería su vida. Me sentía como en casa al pasar frente a la puerta de la habitación de Félix y oírlo roncar, o al verlo quedarse dormido en el sofá viendo películas de los 90. Amaba la cantidad de veces al día que Carter decía que me quería, el olor a café que se colaba en mi cuarto las mañanas que Meredith dejaba ropa lavada, planchada y perfumada a los pies de la cama. Dios... Esa cama. Hasta había comenzado a llamarla mía.
Estaba enamorada de la vida de mi hermana a pesar de todos los problemas. Mientras yo observaba las estrellas desde su balcón cada noche, ella sufría y estaba sola.
No quería ser egoísta. No tenía intención de quitarle todo lo que le había tocado aunque fuera con el motivo de encontrar a quien deseaba herirla.
¿Motivo o excusa? Ella pensaría que se trataba del segundo.
Sintiéndome terrible, impotente y culpable, tomé la lámpara del escritorio y la lancé a través de la habitación. El enojo que consumió el acto fue fugaz, y luego le cedió espacio al arrepentimiento.
Las puertas francesas del balcón se abrieron lentamente, recortando la figura de Killian contra la luz que provenía de afuera.
—¿Estás bien? —preguntó con una gentileza que me llenó los ojos de lágrimas.
¿Por qué toda la vida de Becca tenía que gustarme tanto? ¿Por qué él aparecía para ser un recordatorio de que nunca pasaría nada entre nosotros por todas las mentiras que dije?
—Vete, por favor. —Me acosté de lado, hacia la pared para que no viera mi rostro ni yo el suyo.
Sin embargo, no sucedió.
Siempre me había gustado el silencio, pero el que se extendió en el cuarto se ganó mi disgusto. No había otros sonidos que encubrieran lo rápido, fuerte y tembloroso que respiraba. Él lo estaba oyendo todo.
—Rebecca —llamó Killian con una amabilidad que no me merecía—. Puedes hablar conmigo. Puedo hacer lo imposible para ayudarte.
El colchón se hundió a mi espalda cuando tomó asiento. Me mordí el interior de la mejilla, en parte por los nervios que me generan su cercanía y en otra porque no quería que se me escapara un sollozo.
Sentí su respiración en mi nuca cuando se inclinó sobre mí, tratando de ver mi rostro. Me giré hasta quedar sobre mi espalda y le sostuve la mirada con toda la firmeza que pude reunir en ese instante.
—No te necesito.
No quería depender de nadie ni que me vieran llorar. No quería derrumbarme cuando lo peor aún estaba por venir.
—Mientes. —Más que una acusación, fue un suspiro de alivio—. Todos necesitamos que alguien nos sostenga alguna vez.
Lo aparté para salir de la cama y crucé hasta el otro extremo de la habitación. Estar cerca era peligroso.
—No necesito a nadie —insistí con una cólera emergente—, y de hacerlo a la última persona que acudiría sería a ti. No eres capaz de controlar ni tu propio temperamento, ¿y piensas que eres capaz de ayudarme? Ni siquiera sabes por todo lo que pasé, por todos los problemas que todavía giran a mi alrededor y no... No me dejan respirar.
No debería haber alzado la voz ni haberlo tratado como lo hice, pero a veces los sentimientos necesitan exteriorizarse y no piden permiso. Salen. Brincan. Gritan. No te preguntan si es mal momento o si lastimarán a alguien.
—Estoy perdiendo el control. —Cerré los ojos—. Lo siento. No puedes ayudarme.
Retrocedí porque necesitaba tocar algo sólido. Necesitaba firmeza. Si no me aferraba a la pared o al escritorio me caería, pero sua brazos llegaron antes que pudiera tocar cualquier cosa.
Me abrazó tanto que por un momento sentí que nunca me desintegraría.
Me arrastró hacia abajo. Sentados en el piso me meció en su regazo y me permití llorar con fuerza, angustiada y llena de rabia mientras sus labios rozaban una y otra vez mi frente.
Al rato las lágrimas ya no fueron tantas y pude escuchar su corazón. Fue la prueba de que la realidad, por más cruda que fuera, tenía momentos por los que había que seguir luchando.
Los segundos pasaron, las agujas giraron y el sol descendió. Killian no me soltó.
No quería soltarme.
Después de desahogarme, pude respirar y empezar otra vez. Levanté la mirada y la primavera me saludó. Ahuecó mi mejilla y su pulgar limpió el rastro salado en mi piel. Se incorporó conmigo en brazos sin mucho esfuerzo y salimos al balcón, donde me sentó en la barandilla para quitarme los zapatos y lanzarlos a mi cuarto sin cuidado.
Fue extraño, pero dicen que todos los sueños lo son. Tal vez estaba soñando.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunté.
—Porque la vida sin zapatos es mejor.
Sonreí un poco.
—Sabes que no me refiero a eso. No tenías por qué ayudarme.
—Mis razones son completamente egoístas comparadas con las tuyas —explicó recordando que le había mencionado que, si podías ayudar, debías hacerlo—. Lo hago por que me importas más de lo que deberías. Tú y yo podríamos querernos, Becca.
Con eso volvió a acercarse y, sin más preámbulos, me besó sin dejarme asimilar las palabras.
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El cuenta mitos de Becca
Teen FictionEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.