Las pesadillas pueden cobrar vida, y los sueños ser solo eso: sueños.
—¿Qué diablos haces aquí, Rebecca? —interrogó acercándose cada vez más, con su mano aún aferrándose a mi brazo—. ¿Cómo puedes ser tan idiota de venir aquí sola? — añadió exasperado.
¿Por qué Killian y él coincidían en que este no era un lugar para una mujer? Podía defenderme, gritar y correr. Podía llamar a la policía. Podía manejar una estúpida moto si quisiese aprender para participar.
Aquel no era lugar para nadie, no únicamente no recomendable para damas.
—No puedes seguir con esto, debes detenerte —ignoré sus preguntas. La idea de verlo correr o caerse e imaginar la sangre bañando el asfalto se impregnó en mi cabeza, asustándome—. Es peligroso, esta gente lo es —dijo con pánico en la voz, pero sin levantarla.
—¿Crees que no lo sé? —La incredulidad cubrió sus facciones mientras sus ojos grises se anclaban en los míos, desafiantes—. No puedes aparecer luego de un año y pretender que te preocupas por mí. Mi vida no es tu asunto, Rebecca. Ni el de nadie —espetó con una feroz tormenta desatada en la mirada donde el reflejo de mis ojos se vio atrapado en el ojo del huracán—. Teníamos un acuerdoy lo rompist.
¿Acuerdo?
—Soy tu hermana y no puedo dejar que sigas con esto. Pones en riesgo más que tu vida, Félix.
—¡No lo eres! ¡No eres mi puta hermana! —Se tensó como el alambre—. Eres una niña a la que nadie quiso, que abandonaron en un orfanato y que por pena mis padres adoptaron. —Sus gritos fueron estremecedores—. Yo estaba perfectamente bien hasta que llegaste tú y me quitaste todo, ¡absolutamente todo, maldita sea! —Hay violencia y tristeza en partes iguales cuando me mira—. Y cuando mamá murió te adueñaste de mi padre. Lamento tener que recurrir a esto, pero necesito el dinero y no pienso parar. —Respiraba con fuerza y su mirada se cristalizó cuando el silencio se extendió, dejando a los sentimientos asentarse.
Por primera vez vi al chico joven, al que en parte seguía teniendo alma de niño. Contemplé a una persona hecha trizas por un pasado reprimido, intentando volver a unir sus piezas sin ayuda.
—¿Por qué lo necesitas? ¿Qué es tan importante como para arriesgarse a ser pescado por la policía, salir lastimado o incluso algo peor? —Inquirí casi sin aliento.
Podía imaginar a un muchachito pequeño, sus cabellos color trigo pareciendo oro con la salida del sol. Él llorando fuertemente por la muerte de la persona que más amo. El vínculo de una madre y su hijo teniendo una brecha a causa de Rebecca desde su perspectiva. Luego ella, adolorida recurriendo a la única persona que le quedaba, a Carter. Entendía lo que era, el temor de volver a quedarse sola y sin amor como lo hizo en aquel orfanato. Ella se aferró a su padre adoptivo y él a ella, pero Félix también los necesitaba.
Él pensaba que Becca le había quitado todo, y en ese momento todas sus mirada de odio tuvieron sentido.
La aversión de sus ojos desapareció un segundo, logró respirar por primera vez tras desahogarse, pero cuando volvió a verme toda vulnerabilidad se hizo de piedra.
Él no iba a contarme nada.
—Prométeme que esto muere entre nosotros, no puedes contarle a papá. —Era una orden disfrazada de súplica.
Vacilé al principio.
—Lo prometo.
No iba a presionarlo más. Ya que sabía la verdad, de lo que escondía tras las salidas a media noche y en su pecho, no iba a precipitarme. No deseaba ahogarlo de preguntas cuando él requería de un evidente tiempo y espacio.Era algo que yo entendía perfectamente.
A veces las personas se niegan a retroceder y no se percatan del daño que hacen al insistir hasta que es demasiado tarde.
—Muévete, por favor. —No lo cuestioné cuando me acompañó al vehículo con un mutismo sepulcral entre nosotros.
Por suerte, Killian no estaba cerca. Algo en mi interior se inquietó con aquello, pero si él era parte de todo este mundo secreto en Shinefalls estaba segura de que encontraría la forma de volver a casa.
Félix abrió la puerta del piloto y espero a que me acomodara para cerrarla. No era necesario preguntar si vendría conmigo, sabía que no lo haría.
Necesitaba estar solo, y a pesar de que no quería dejarlo no es como si hubiera podido forzarlo a venir. Chantajear aparentemente era del estilo de mi hermana, pero está lejos de ser el mío.
Esperaba que su hermano no se diera cuenta de ese cambio, pero sí de que siempre había otro camino para alcanzar lo que se necesitaba.
—Sólo quiero saber algo —dije antes de poner en marcha el vehículo. Él se tensó en respuesta.—. ¿Qué papel juega Bates en todo esto? —No iba a lograr descifrarlo sin ayuda.
Félix pareció un tanto desconcertado al principio, pero contemplé su cuerpo relajarse al notar que mis preguntas no se trataban de él. Aún necesitaba conocer la conexión entre mi vecino y La Boca del Lobo, entre él y mi supuesto hermano.
Sus ojos grises brillaron con una advertencia.
—Él es el jefe, el organizador.
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El cuenta mitos de Becca
Подростковая литератураEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.