"Eres el escritor de mi destino por más que lo odie. Dependo de tu decisión de quererme o no hacerlo."
—Killian, casi me matas del susto —digo llevando una mano a mi cuello—. ¿Cómo vas a sorprenderme como si fuera un puto asesino, idiota?
La brisa nocturna llegó haciendo bailar las cortinas del balcón mientras nos sosteníamos la mirada en silencio. Del medio al alivio y otra vez al miedo, ese fue el orden de mis sentimientos. Él no debería haber estado ahí con el desconocido dando vueltas.
Era más y más las personas que debía sacar del lugar.
—Deberías irte, tengo algo que hacer con...
—No —dijo con firmeza—. No me iré y tú tampoco lo harás hasta que no hayas escuchado la última palabra que tengo para decir, y lamento haberte asustado. Fue estúpido abordarte así, pero creí que saldrías corriendo como anoche.
—Podemos hablar después, ahora debemos irnos.
Tiré de la manga de su camisa en dirección a la puerta, pero ni se inmutó. Lo miré con una súplica y negó con la cabeza. En mi mente se repetía el grito que había escuchado. Él no parecía haberlo oído, pero estaba segura que no fue un producto de mi imaginación.
—Lo siento. —Exhaló—. Siento haber mezclado el pasado con el presente. Me odio por no poder controlar lo que siento por ti y haberme vuelto loco con lo de James. No era la reacción que merecías de mí y juzgarte estuvo mal. Sé que cambiaste y esta versión de ti me encanta.
Hubiera dado cualquier cosa por oírlo decir eso en otro lugar y tiempo.
—Me encanta que me escuches divagar sobre historias que nadie más quiere oír. Me gusta que me mires como si fuera el sol antes de demostrar que lo eres tú en realidad. Tu corazón es demasiado grande para tu cuerpo, no sé cómo llevas dentro. —Cerró la distancia y una débil sonrisa torció sus labios—. Cuando nos encontramos en el invernadero me dijiste que no podía amar a alguien que no conocía y me fui enojado, deseando eliminar todos los sentimientos que tenía por ti. No pasó. Solo me di cuenta que sí te conozco por más que digas lo contrario, y querer a alguien nunca fue tan correcto.
¿Becca se encontró con él a mis espaldas? ¿A eso se refería cuando hablaba de lo que había pasado? Ya nada me sorprendía, pero lo que más dolía era saber que ella tenía razón. Killian no sabe nada de mí, ni siquiera mi nombre.
Me tocó la muñeca y me mordí el interior de la mejilla, indecisa e impotente, todavía con el peso de un temor que acechaba fuera de estas paredes.
—Perdón —dije sin poder soportarlo más—. Lo siento tanto, pero yo no soy... —Fruncí el ceño—. ¿Gleen?
Otro grito, uno más apagado.
Aparté a Killian de la puerta y eché a correr ignorando sus llamados hasta que llegó a tirar de mi mano con una expresión preocupada.
—¿Glenn? ¿Qué está pasando, Becca?
Volví a empujarlo, consumida por la adrenalina de encontrarlo y sin tiempo para dar explicaciones. Los gritos fueron cada vez más altos y frecuentes, y los seguí bajo las luces de emergencia. Al llegar al último piso, con Killian pisando mi talones, abrí la puerta de la azotea del edificio de un tirón.
Dios.
Dios, no.
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El cuenta mitos de Becca
Teen FictionEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.