"El amor es como el arte, hay miles de forma para expresar lo que dicta el corazón."
Lo aparté con fuerza.
Me incorporé y alejé tanto de él como fue posible. Estaba agitada mientras pensaba una y otra vez que no podía hacer esto.
Yo no era esa clase persona ni quería serlo. Recuerdos de gemidos que emergieron en esta misma habitación se repitieron en mis oídos como un eco. No podía hacer nada con Killian sin decirle la verdad. Conectarnos a este nivel con tantas secretos de por medio podría ser fatal.
No podría soportar escuchar que me llamara como mi hermana mientras se encontraba, literalmente, dentro de mí.
Era consciente de que debía enterarse de todo por mí, pero parte del plan de Becca era que él viviera en la ignorancia y pudieran estar juntos tras mi partida. No iba a permitirlo aunque ella me odiara más de lo que ya lo hacía.
Era fácil decir la verdad, pero difícil aceptar las consecuencias de haber mentido. Mientras pensaba, él se mantenía incorporado sobre sus palmas con una mirada desconcertada.
—No puedo —dije en un hilo de voz—. No sin...
El temblor se adueñó de mis manos y debí apretarlas en puños para que no lo notara.
—¿Es por lo de anoche?
El color se drenó mi rostro
—¿Anoche?
—Sí, lo que hicimos anoche.
El alma me cayó a los pies.
Tristeza, ira e incredulidad nublaron mi juicio. Estaba flotando en mi propio mar de mentiras sin un puto salvavidas. ¿Rebecca había estado aquí con él?
No necesitaba más palabras para entender lo que había oído ayer por la noche. Killian estuvo con ella creyendo que era yo.
No pude evitar que las lágrimas se agolparan en mis ojos. El universo se volvió borroso a mi alrededor mientras todo el valor que había juntado para confesarme se evaporaba.
¿Qué iba a decirle entonces? ¿Que se había tirado a mi hermana por error pero en realidad no lo fue del todo porque ella era la verdadera Becca? No estaba lista. Necesitaba pensar la forma adecuada de decirlo.
—¿Qué sucede? —indagó preocupado, acercándose.
Odie la forma en la que dijo su nombre, con tanto cariño. Me perforó el pecho.
—Lo siento.
Mis pies trazaron el camino hacia la salida. Terminé casi corriendo lejos de él mientras me llamaba. Escuché sus pisadas siguiéndome pero di un portazo en cuando llegué a mi cuarto usurpado.
—¡Ábreme, Becca!
Tocó la puerta con los nudillos primero, despacio. Luego, con más fuerza. Mis rodillas cedieron y me senté con el frío vidrio de la puerta a la espalda, siendo incapaz de retener el sollozo.
Todo había llegado demasiado lejos. Rebecca había cruzado un límite que no estaba dispuesta a perdonar.
—Abre la maldita puerta, por favor.
Los golpes cesaron y el silencio se proclamó rey.
—Por favor —repitió al otro lado.
Fue devastador escucharlo, sobre todo cuando se sentó de la misma forma que yo al otro lado. Podía imaginarlo con la barbilla inclinada, contemplando las constelaciones que se extendían a través del lienzo noctámbulo, preguntándose qué había hecho mal.
Odiaba hacerlo sentir así, pero no tenía fuerza para ir de frente después del puñetazo que acababa de recibir.
—Está bien si no quieres abrir, solo escúchame —dijo.
No contesté. Temía que me oyera llorar e insistiera en entrar.
Decidí centrarme en el desconocido, en el plan y el futuro. Sería mejor dejar de pensar en Killian porque no podría haber nada entre nosotros si Becca así lo deseaba, y aunque pudiéramos superarla, nada garantizaba que él perdonaría la mentira que había creado desde que me subí al tren.
Al final, tal vez marcharme era la mejor decisión.
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El cuenta mitos de Becca
Roman pour AdolescentsEl cielo y el infierno se han fusionado, es hora de correr.