Capítulo 3: Terapias inútiles y una rara amistad.

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La sala de espera era deprimente y sin vida. Las paredes impecablemente blancas, los diplomas enmarcados, los incómodas sofás y la mesa de centro llena de revistas viejas y aburridas. Un lugar que tenía que soportar por lo manos tres días a la semana para platicar con una terapeuta, quien fingía que le interesaban sus problemas.

Frente a él se sentó una chica. La conocía de la escuela, ________ Black, la chica problema del instituto. Insolente, rebelde, grosera y un dolor de cabeza, o eso había escuchado por parte de todos los profesores.

—¿Rogers, no?

Toby levantó la mirada de la sosa revista que sostenía entre sus manos.

—Sí.

—¿Vienes aquí a hablar sobre los apodos y las bromas pesadas que te hacen en la escuela?

Por un momento él deseó que así fuera. Que su único problema fueran las malditas bromas y los comentarios hirientes, pero no... iba a ese lugar para hablar de su hermana, de su familia destrozada, de sus traumas de la infancia y sus trastornos, de su problema para manejar sus emociones...

—Yo vengo aquí porque mi madre piensa que hablar con un extraño solucionará mis problemas de conducta —le contó la chica al notar que Toby no estaba del todo dispuesto a contar sus motivos.

—¿Desde cuándo vienes?

—Uhhh... creo que desde los doce años, no estoy segura —contestó encogiéndose de hombros.

—¿Y a tenido resultados la terapia?

Ella alzó una ceja y una sonrisa ladina se formó en sus labios.

—Pagarle a un extraño para que escuche mis malditos problemas de adolescentes por dos horas en un maldito consultorio y pagando bastante dinero no ha funcionado en absoluto, pero al parecer mi madre no quiere entender que está tirando en dinero a la basura.

Una tenue sonrisa se formó en el rostro de Toby, a lo que la sonrisa de la castaña se ensanchó.

—Voy a suponer que vienes aquí por lo que te dicen en la escuela. No te molestarían tanto si trataras de relacionarte con los demás e hicieras un par de amigos.

—No es tan fácil.

—¿A qué diablos te refieres?

—Nadie me habla porque soy...

—¿Diferente? —_______ rodó los ojos—. Tus tics o cualquier trauma que tengas no te hace diferente. Te excluyen porque tú quieres que sea así —él se removió en su asiento.

—Creen que soy raro.

—Si no consigues un amigo van a seguir molestándote.

—Ya lo he intentado pero...

—Te haré un favor, diré que eres mi amigo y dejarán de molestarte.

—No creo que eso funcione.

—¡Oh, lo hará! No dicen que soy una maldita por nada.

Un hombre fornido salió de unas de las puertas y nombró a la chica, quien a su vez rodó los ojos dando a notar su irritación. Ella se levantó del asiento y se dirigió al consultorio.

—Adiós, Toby.

—Adiós.

Minutos después una mujer salió y lo nombró. Su cita se resumía en él sentado en el feo sillón contándole a aquella mujer de mediana edad que la muerte de su hermana había sido terriblemente dolorosa, que a menudo se despertaba llorando por las noches, le contaba que había comenzado a dejar de ser él, le hablaba sobre aquel vacío, sobre su falta de motivación y energías. Pero omitía las voces que escuchaba en su cabeza, no le contaba sobre que creía ver a un sujeto siguiéndolo, no le decía ni una sola palabra de los golpes por parte de su padre, Toby no le hablaba sobre el odio y amargura que lo estaba consumiendo.

Broken [Ticci Toby Y Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora