III

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—Oye... —murmuré—. Eso que siento es... Es tu zapato, ¿verdad?

—No, en realidad-

—Oh, ya veo. Claro, claro. Es un bote de mayonesa que llevas en el bolsillo, ¿no es así?

—No, eso no-

—Aaahh, pues claro. Entonces son cajetillas de tabaco. ¡Qué otra cosa podría ser! -reí a carcajadas, nervioso, mirando hacia el techo.

—¡Que no es nada de eso! ¡Estoy seguro de que sabes perfectamente en qué clase de situación estás metido! —se quejó bastante molesto, golpeándome en la cabeza—. Hay que ver... Estúpido Yorozuya de permanente plateada.

Tras insultarme y recordarme que mi maldito cabello no es hermosamente liso, tal y como me gustaría, colocó sus manos con descaro sobre mi trasero. Evidentemente me exalté con sus acciones, pero él saltó rápidamente sobre mí y terminó lamiéndome el cuello sin ningún tipo de vergüenza.

Creo que ahora mismo preferiría que fuera el tímido de Tosshi el Otaku...

Me estremecí irremediablemente.
Hijikata apegó mis caderas a las suyas, condenándome a notar aún más aquél bulto debajo de mí.

—Ah--... ¡Tosshiiiiiii! -grité sin pensar, como si estuviera pidiéndole a los dioses que Muramasa hiciera lo suyo y poseyera nuevamente a Hijikata.

—¡No me llames así! -replicó inmediatamente—. Hnf... —suspiró, probablemente tratando de calmarse—. ¿Es que acaso tú no estás...?

—¿Qué? ¿No estoy qué? ¿Que no estoy qué? ¿Hambriento? ¿Quieres comida? ¿Quieres que prepare algo para comer?

—¡¡No estoy hablando de eso!! —volvió a alzarme la voz—. Sabes qué es lo que hay ahí, ¿verdad? Sabes por qué, ¿no es así? Tan sólo intentas evadir--

—¡Aaah! ¡Decías eso! Sí, sí... Eso de ahí es la espada Muramasa enfundada, ¿cierto? Es sólo que está mal colocada... —reí nervioso  —. Tan sólo deja que me levanté un poco y entonces la aparta--

—Ah... Digamos que sí es una espada enfundada —comentó sin tan siquiera mirarme, sujetando la funda de Muramasa a un lado, alejándola de nosotros y haciéndome saber que definitivamente no era eso lo que estaba notando ahí abajo.

Entonces él realmente está...

Bajé la mirada, empezando a aceptar mi cruel destino.
Agarré las hombreras del uniforme de Hijikata, tratando no romper en lágrimas de sufrimiento. Llegué a apoyar mi lamentable rostro sobre su hombro.

Debo parecer estúpido ahora mismo...
Quizás me veo como la típica chica virgen que no sabe qué hacer en su primera vez...

Entonces...

¿Creerá que estoy siendo sumiso?

Eso es lo único que me faltaba, ser el sumiso de este tipo. Pff...

Venga ya.

Si él fuera una chica, procuraría hacerle saber que soy un sádico, y que ella debería ser capaz de soportar mi rollo súper sadomasoquista.

No puedo ser el sumiso de un perro de la ley, ¿verdad que no?

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora