XLII

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—…Acabas… ¿Acabas de decir que…?

—Sí. Por desgracia, sí.

—Vale. Entonces puedo afirmar que me he vuelto loco —parecía decir para sí, separándose de mí y mirando al suelo con la mano apoyada sobre la frente—. No serás un producto de mi imaginación, ¿verdad que no?

—…¿No?

—Espero que no —murmuró con un tono ligeramente esperanzador—. De ser imaginario, no quiero saber qué demonios he estado haciendo por ahí realmente. Sobretodo teniendo en cuenta que hemos tenido se--…

—¡¡No hace falta que lo digas de forma explícita!! —le interrumpí—. …¡Ni de forma implícita! ¡Simplemente no hables de eso!

—Supongo que el hecho de que te hayas puesto de los nervios me confirma que todo fue real —murmuró tras mirarme perplejo unos segundos, echando una burla.

—Idiota.

—Gintoki.

—¿Ah?

—Me gustas.

—Qué--… —fui incapaz de reaccionar hasta pasado un breve periodo de tiempo, tras el cual le empujé molesto—. ¡Y a mí qué más me da eso!

Hijikata estaba agarrándose al asiento, por lo que no logré tirarle al suelo. Una pena.
Seguía burlándose y pasó a mirarme con una sonrisa tras relamerse los labios.

Tsundere.

—Gilipollas —contesté aún más irritado—. Muérete de una vez.

—Podré morir cuando me digas de una vez qué sientes exactamente por mí —aclaró—. Hasta entonces, no. Y estoy seguro de que vas a seguir igual de confuso por un largo lapso de tiempo.

—Tan sólo muérete y punto.

—No.

Se acercó a mí despacio, casi tratando de ser sigiloso, como un depredador observando a su presa.
Tenía ganas de darle una patada y conseguir, esta vez, que cayera al suelo. Sin embargo no lograba apartar los ojos de los suyos.

Estaba cada vez más cerca, y lograba distinguir cada pequeño detalle dentro de sus iris purpúreos. Traté de apartar la mirada, pero sólo logré pasar de los ojos hasta…

…los labios.

De todas las cosas en las que podría fijarme, y acabo observando sus labios…

Joder.

Estaban ligeramente agrietados, con pequeños restos de piel seca que apenas pendían sobre las marcas rojizas. Heridas. Probablemente había estado mordisqueándose los labios.
A pesar de aquello, tenían cierto brillo debido a que antes se había estado relamiendo.

Dejó la boca ligeramente entreabierta y ladeó la cabeza, acciones que me hicieron volver en mí, con lo que conseguí apartar los ojos de ahí.

—¿Qué llevas tanto tiempo admirando, Gintoki? —preguntó en un murmuro.

—Ah--… Yo-…

Sus labios agrietados formaron una cálida sonrisa y los juntó nuevamente con los míos.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora