Tras haber negociado las condiciones, o lo que se suponga que fuera eso, Hijikata volvió a dirigir su mirada hacia mi cuerpo. Sin embargo esta vez no se quedó hipnotizado. Es más, lanzó sus zarpas directo a mi pantalón y, sin vacilar ni un segundo, lo desabrochó y empezó a estirar.
Empleó tanta fuerza en sus movimientos que, irremediablemente, caí de espaldas hacia el suelo.
Será idiota...
Aquello facilitó sus intenciones.
Traté de sobrellevar el dolor que sentí en el reverso de mi cabeza, así como en los codos, los cuales usé como apoyo contra la caída. Hijikata ignoró todos mis gritos de queja y se empeñó en sacarme el pantalón para así lanzarlo junto al resto de mi ropa.
Seguí gruñendo porque ese estúpido me había estado ignorando, pero era evidente que había enfocado sus ojos en......Mi ropa interior.
— ¿Por qué... es rosa? — preguntó desconcertado— . Y con dibujos de fresas...
— ¿Qué más dará eso?— refunfuñé, aún molesto por lo de antes.
— ¿Cuántos años se supone que tienes? ¿Siete?
— ¡Cállate! ¿¿¿Estás insinuando que soy viejo??? ¿¡Ah!? —repliqué, sin ganas de tan siquiera moverme del suelo.
— Es evidente que no eres un crío, ¿me equivoco?
— ¡¡Tonterías!! ¡¡Aún soy joven!! — contesté enojado— . ¡¡Aún puedo leer la Shonen Jump!! ¡Y aún puedo llevar ropa interior rosa con dibujos de fresas! ¡¡Estoy seguro de que tus calzoncillos tienen dibujos de botes de mayonesa, ¿¡no es así!?!!
Me sentía cada vez más irritado con su actitud, así que me reintegré, levantándome del suelo. Seguía estando encima de las piernas de Hijikata, pero no me importaba demasiado. Llevé mis brazos directos a su pantalón, desabrochándolo y esperando ver lo que había estado diciendo. Era imposible que ese tipo no tuviera esos calzoncillos. IMPOSIBLE.
¡Maldito perro del gobierno! ¡A ver si se cree mejor que yo sólo porque soy un hombre de alma joven! ¡Mis calzoncillos son geniales! ¡Pues claro que lo son!
¡Me muero de ganas de reírme en su cara en cuanto salgan a la luz esos dibujos de botes de mayonesa!