XXXVI

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Hijikata echó una pequeña burla tras oír mis razones. Como si me estuviera montando una película surrealista.

—No tienes por qué temer nada, Yorozuya —seguía con una ligera sonrisa—. Al fin y al cabo soy yo quién se va primero, no es que me estés abandonando tú.

Trató de liberarse de mi sujeción, aunque se movía sin ganas, despacio, aún con ese gesto melancólico en su rostro a pesar de estar sonriente.

—Sí, bueno, dudo mucho que el capullo del Vice-Comandante me crea si le digo eso —insistí, evitando que pudiera apartarse—. Así que, quieras o no, vas a tener que seguir soportándome hasta que anochezca.

Ejercí más fuerza en la mano con la que estaba agarrando su muñeca e hice lo mismo con su brazo, asegurándome de que le resultaría complicado deshacerse de mí.

Hijikata me miraba realmente confundido, como si intentara descifrar mis pensamientos para así entender la situación.
Seguía haciendo pequeños forcejeos.

Una pena que esté haciendo esto sin pensar.

Cuando parecía empezar a rendirse, bajó la mirada y frunció el ceño, supuse que buscando algún tipo de argumento para asegurar su libertad.
Entonces agarré su mentón y lo alcé, pudiendo así besarle.

Creí que Hijikata acabaría apartándose pero, en contra de mis suposiciones, lo que hizo fue seguir mis movimientos e incluso trató de llevar el control.

Lo cierto es que ahora era yo quién quería apartarse todo lo posible, pero no me moví ni un mísero milímetro del suelo. Y no lo comprendía. Es más, podría incluso decir que en realidad no quería alejarme.

¿De verdad estoy diciendo que se siente... agradable?

¿Besar a Hijikata?

...

Y no sólo era cosa del beso.
Quiero decir, ni siquiera entiendo por qué me he esforzado tanto en evitar que se fuera. Él mismo dijo que no me afectaría.

Lo mismo se aplica con cualquier cosa que ha estado pasando hasta ahora. Desde el inicio de esta mierda de historia.

Cosa que incluye a Zura.

¿Por qué demonios acabo siempre actuando de forma benévola con éstos idiotas?

Sobretodo después de haberme hecho perder el tiempo de formas diversas y de haberme desquiciado una y otra vez.

Fue entonces cuando sentí la necesidad de apartarme de verdad. Una vez corté con el beso, apoyé el rostro sobre el hombro de Hijikata, el cual soltó un pequeño suspiro, probablemente porque le pilló por sorpresa.

—¿Todo bien? —preguntó tras cambiar su postura con tal de mantener el equilibrio.

—Uh... —dudé unos instantes—. No lo sé.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora