XVIII

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Hijikata estaba justo encima de mí. Y con esto quiero decir que debía haber, como mucho, medio centímetro de distancia entre él y yo.

¿Y por qué demonios estaba tan cerca?

Creo que ni siquiera él lo sabe.

Su expresión era bastante fácil de leer. Tenía el ceño fruncido con fuerza, con los ojos bien cerrados. Hacía una mueca de desagrado.

¿Significado de eso?

Bueno, no soy un experto en leer expresiones, pero es del todo evidente que se está conteniendo todo lo posible.

Sería muy divertido ver cómo Hijikata, el Vice-Comandante Demoníaco del Shinsengumi, acaba siendo el primero en correrse de los dos.

Eso sería genial.

Incluso me daría lo mismo pensar que eso pasó teniendo sexo con otro hombre.

Y no con cualquiera, sino con el mismísimo, inigualable, majestuoso, atractivo, y habilidoso en el uso de las "espadas", Sakata Gintoki.

¡Si es que además soy el protagonista!

¡Lo tengo todo!

Ehhem...

Dejando de lado todas mis insuperables virtudes y volviendo al drama sexual...

Yo también trataba evitar correrme. Ya lo he dicho antes: el primero sería el rey de los humillados.

Me niego a darle vía libre para que siga tratándome como a una mujer virgen y delicada incapaz de controlar el éxtasis.

Sin embargo, para sorpresa de ambos...

Hijikata contuvo lo que habría sido un rugido, mientras que yo traté de reducir al máximo la intensidad de mi voz. Lo que hice fue apretar las manos con todas mis fuerzas hasta que hubiese pasado. Creo que él hizo algo parecido.

Al final, resultó que la madre naturaleza volvió a tocar los cojo*** y acabamos a la vez.

Al mismo tiempo.

De forma sincronizada.

Literalmente.

¿¡ES QUE DE REPENTE SOMOS ALMAS GEMELAS INSEPARABLES O QUÉ DEMONIOS PASA AQUÍ!?

¿¡Por qué, oh Kami-Sama!?

¿¡Por qué me haces esto!?

¿¿¿Tan difícil era que el idiota éste acabara, aunque fuera un sólo segundo, antes que yo???

¡¡Venga ya!!

Los dos estábamos realmente agotados.
Hijikata se tumbó a un lado para evitar aplastarme con el cuerpo.
Empezamos a respirar de forma brusca, se podían oír perfectamente nuestras exhalaciones.

Tosshi, a pesar del esfuerzo, se reincorporó y me estiró de la muñeca.

¿Estás de broma?

—¿Pero qué más quieres, joder? —pregunté bastante irritado.

—Hay que darse un baño —contestó como si nada.

—¡Pero si no han pasado ni diez malditos segundos desde que--

—No me importa. Tú te vas a venir conmigo.

—¿Es que no he tenido ya suficiente?

—Te he dicho que no me importa.

—Bien, entonces… Pienso cobrarte más por esto. Eso del baño no estaba incluido en el trato inicial.

—Cállate de una vez, eres molesto —se quejó, ignorándome y arrastrándome hasta el baño.

Esta tortura es interminable...

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora