XXII

600 66 5
                                        

¿¡Adorable!?

¿¡Éste cabrón!?

¡¡Oh, venga ya!!

¿¡¿¡Qué demonios me está pasando!?!?

—Así que... —murmuró una voz cerca de mí—. ...¿Te mastur---

—¡¡Y a ti qué más te da!! — repliqué antes de que pudiera tan siquiera acabar la frase—. ¿¿Tú no estabas durmiendo?? ¿¡Ah!?

—¿De verdad crees que se puede dormir con el ruido que has estado haciendo? —se quejó sin dejar de rodearme con los brazos.

—¡¡Por lo menos yo he evitado que me vean con un pedazo de mierda como tú!! —continué irritado, tratando de separarme de él de una buena vez.

—¿Tanto te preocupa eso? —contestó—. Venga ya. ¿Es que realmente piensas que alguien va a creerse esta situación? Lo más creíble sería que estás obsesionado conmigo y te has montado un muñeco a escala real para "olvidar tu soledad" o algo así.

—¡¡¡Quién demonios se iba a creer semejante estupidez!!! —repliqué cada vez más molesto.

—Cualquiera. Esta historia ni siquiera tiene trama. Y mucho menos es lo que se dice "lógica". Sería bastante normal que esa fuera la razón por la que me tienes aquí encerrado —musitó desinteresado.

—¿¡Que yo te tengo a ti encerrado!? ¿¿¿No será al revés??? —me levanté definitivamente de la bañera y me aparté de él con cierta indignación.

Agarré una toalla y empecé a secarme.

Me importa un reverendo pimiento lo que intente ordenarme ahora, no pienso volver a entrar ahí.

Hijikata se puso en pie cerca de mí, en busca de su cajetilla de tabaco y su mechero. Encendió un cigarrillo y agarró una de MIS toallas.

—¿También tienes fresas en la toalla? ¿Bromeas?

—¡¡Si tanto te molesta entonces no la uses!!

El estúpido perro me echó el humo del tabaco a la cara, por lo que inmediatamente cerré los ojos. Aprovechó mi desconcierto momentáneo y le pareció una grandiosa idea besarme.

Me mantuve inmóvil, con los ojos cerrados con fuerza. Hacía un rato que Hijikata se había separado de mí, pero no sabía qué hacer exactamente.

—Ya puedes abrir los ojos —murmuró—, el humo ya se ha disipado.

Esperé unos segundos y le hice caso. Aún así, continué en silencio.

—¿Es que no vas a quejarte? —preguntó casi sorprendido.

Estuvimos observándonos el uno al otro durante un rato.

Qué incómodo.

—Um--… —desvié la mirada, sin saber aún cómo reaccionar—. Deberías vestirte —susurré con voz endeble.

—No creo que seas la persona más adecuada para ordenarme eso —replicó un tanto indiferente, aún fumando y evidenciando el hecho de que yo, al igual que él, seguía completamente desnudo.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora