—Yo seré el seme.
—Te equivocas, ése seré yo.
—¿Quién es el que pone aquí el dinero?
—¡Argh! ¡¡Está bien!! —acepté a regañadientes—. Y pensar que hace un rato tenías la cara roja como un tomate... —murmuré incrédulo.
—¡Cállate! —contestó avergonzado. Tras unos segundos llevó su mano hacia el bolsillo, del cual sacó un bote de mayonesa.
—No irás a...
—¿Por qué no?
—Como me manches la ropa con eso, pienso cobrarte el doble.
—Está bien, está bien —aceptó aún con el ceño fruncido, apresurándose en desvestirme y alejar mi ropa lo máximo posible de nosotros.
Sin más dilación, me quitó los cinturones y el kimono, para lo cual tuve que moverme. Seguidamente se deshizo de mi camiseta, lanzándola junto al resto de prendas que ya me había arrancado con esas zarpas de perro gubernamental.
Se quedó en completo silencio observando, con gran concentración, mi torso.Deja de hacer eso, ¿sí?
Es raro. Muy raro. Raro de cojones.
En serio. Para.— Abrázame.
— ¿Ah?
— Que me abraces, estúpido ricitos.
— ¡De acuerdo! — contesté con cierta irritación, rodeándole con fuerza; esperaba hacerle daño, me estaba provocando. Claramente me estaba provocando. No hay duda— . ¿¡Así está bien, Sempai!?
— ¡¡Perfecto!! — replicó con aún mayor molestia que yo, abrazándome el abdomen y tratando de hacer más fuerza que yo para seguir enojándome.
— ¡Ah! ¡Esto es genial, Sempai! — afirmé, cabreándome tal y como él parecía querer, y terminé acercando mis brazos lo suficiente como para intentar de hacerle una llave.
Ahógate. Ahógate y muérete.
Me quedaré con el dinero y no tendré que seguir con esto.
— ¿¡Verdad que sí!? — continuó, clavando, entre suspiros interrumpidos, sus sucias garras en mi espalda.
— ¡¡Ah!! — me quejé debido al dolor— . ¡Espera, espera! ¡Tiempo muerto! ¡He recordado algo! — comenté en un intento de lograr que se detuviera.
Maldito perro del gobierno...
— ¿Y ahora qué? — preguntó, dejando de ejercer fuerza.
— He recordado que habías probado ese marisco alienígena... Ya sabes. Ese con forma de pe**, pero que dices que sabe genial. A mí me daría mucho asco probar esa cosa. ¡Por lo tanto, yo seré el seme! ¡Tú serás quien pruebe mi delicioso marisco!
— ¡¡No pienso aceptar eso!! ¡¡Si tanto insistes, me marcharé por esa puerta con todo el dinero que pretendía invertir en esto!!
— ¡¡Argh!! ¡Maldita sea! ¡Está bien! ¡Tú serás el seme! ¡Pero no te lleves el dinero! ¡Ahora es mío! ¡Mío! ¿¡Entiendes!? ¡Tengo un alquiler que pagar!
No sé por qué te pones así si de todas formas pretendías echarme cinco botes de mayonesa encima de mi querido marisco. Estúpido.
Tan sólo no me jodas más.
Hagamos que esto sea rápido. E indoloro, a ser posible. Y sin mayonesa por todo mi cuerpo.
Te lo pido por favor, ¡oh gran Dios Mayo!