Debo empezar a plantearme muy seriamente cómo acabar este fic…
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Hijikata deslizó lentamente sus labios contra los míos, dejándolos bastante húmedos debido a que se relamía de vez en cuando.
También tardó en separarse, aunque debo decir que no me molestaba demasiado.
Tan sólo se colocó a un lado, quedando nuestras mejillas en contacto, como si alguno de los dos fuera a susurrar al oído del otro.—Lo decías por esto, ¿me equivoco? —murmuró.
—¿Ah?
—Lo de que estaba demasiado cerca —aclaró—. Querías evitar esto, ¿verdad?
—…Hnf… —suspiré, arrugué la frente y aparté la mirada hacia un lado—. Eres un idiota.
—¿Por qué?
—Porque le estás siendo infiel a tu esposa —le hice saber.
—¿Aún sigues con eso? —preguntó tras separarse un poco sólo para verme mejor—. No estoy casado. Ni siquiera tengo novia. ¿Es que no recuerdas cómo empezó esta historia?
—Mnh… Preferiría no tener memorias sobre eso.
—Gintoki.
—¿Hm?
—¿No te arrepientes de haber impedido que me fuera?
—No.
—¿No? —se sorprendió y me miró perplejo—. ¿Acaso no preferirías estar durmiendo o algo así?
—Pues claro que preferiría estar durmiendo, en ningún momento dije que me moría de ganas de estar contigo —le dejé en claro—. Simplemente creo que fue lo mejor. Parecías un perro triste porque sus dueños acababan de abandonarlo.
Hijikata seguía observándome como si de repente se le hubiera aparecido un ángel o alguna divinidad.
Probablemente era incapaz de creer que quería hacerle compañía.
No me sorprende.
Ni siquiera yo sabía por qué había hecho aquello.
Volvió a apoyar su rostro sobre mi hombro, aún sin dejar de rodearme con sus brazos. Por alguna extraña razón, en vez de molestarme aquella posición, me pareció más bien cómodo. Sentía cómo mi pecho podía freír un huevo debido al calor corporal que se estaba creando en el mínimo espacio que había entre nosotros.
—Hijikata.
—¿Estás llamándome tú a mí? —murmuró sin separarse ni un ápice—. Esto es cada vez más extraño.
—Entonces prepárate para lo que pretendía decir —forcé una pequeña sonrisa mientras miraba a la nada.
—¿Qué es? Di.
—Sobre la pregunta de antes… Querías saber qué sentía exactamente por ti.
—Sí, y no sé de dónde has sacado que estoy casado y le estoy siendo infiel a una esposa que no tengo…
—…Mejor no quieras saber el por qué de eso.
—Está bien.
—Bien… —suspiré—. El caso es que… Hace ya un tiempo que soy incapaz de averiguar qué demonios siento hacía ti.