XXXVII

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Supongo que podéis considerar esto mi regalo de Navidad / Hanuka / lo que sea que celebréis (si celebráis algo).

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—Oye... ¿Quieres ir a un sitio más... íntimo? Quizás así te sientas mejor.

—Estaría bien —contesté entre murmuros.

Hijikata trató de moverme con mucho cuidado, casi parecía más que me había roto una pierna o algo así.

—Tan sólo déjame ver si… —susurraba mientras miraba de un lado para otro— hay algún sitio adecuado…

Tras un rato pareció encontrar un lugar al que llevarme, así que fuimos hasta ahí. Por suerte no estaba muy lejos.
Era una especie de tienda de campaña recubierto con una tela purpúrea, en el interior de la cual habían un par de bancos de madera.
Nos sentamos en uno e Hijikata volvió a preguntarme si estaba bien.

—Eso creo —contesté.

—Oye, Yorozuya…

—Quiero preguntarte algo —le interrumpí.

—¿Ah?

—Quizás es una tontería, pero… ¿Por qué unas veces me llamas por mi nombre y otras me rebajas a Yorozuya? A veces ni eso…

—¿Qué dices? —se extrañó—. No es como si te llamara de tal forma por alguna razón en especial. Excepto cuando te llamo abuelo, viejo, o cosas así, entonces es porque me estás tocando los huevos.

Echó un suspiro y me despeinó, tras lo cual murmuró un "Ay, Gintoki…".

¿Qué soy ahora, un crío del que han perdido toda esperanza?

—¿Qué ibas a decirme? —recordé—. Ya sabes, antes de que te interrumpiera.

—Ah, eso… Um. ¿Sabes qué? Olvídalo. Eso sí que era una gran tontería.

—Hnf... Y... ¿No vas a preguntarme por qué…?

—¿Lo del beso? ¿Quieres que pregunte? Bien. ¿Por qué me has besado?

—Ah... —esto se ha vuelto muy raro; la situación no ha salido como me imaginaba—. Por la misma razón que tú: Porque me da la real gana.

Hijikata me miró como si viniera de otro mundo, pero tras pocos segundos empezó a reír.

—Ya veo —comentó entre burlas—. Entonces es una especie de venganza, ¿me equivoco?

—Eh… Algo así

—Entiendo —siguió sonriente.

Esto se ha vuelto incómodo. Al menos para mí.
Mis planes no han funcionado como quería.
Pero al menos el idiota éste ya no tiene cara de haber perdido las ganas de vivir.

Volvió a despeinarme y me rodeó con el brazo. Incluso apoyó su cabeza en la mía.

¿…?

—Qué bobo eres, Gintoki.

—Cállate, idiota.

—No seas tan malo conmigo, gruñón. Voy a tener que castigarte si sigues así.

—Tan sólo déjame en paz.

No~

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora