XI

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Mi rostro quedó a milímetros de distancia de esa bestialidad. No podía apartar la mirada de ello.
Era evidente que Hijikata tenía una erección. Se le marcaban varias venas. Y la punta...

...sonrosada.

Sin olvidar que su miembro estaba recubierto de sirope de fresa, el cual iba goteando de arriba a abajo.

Ahh… Tampoco sería tan desagradable probarlo... ¿No?
Al fin y al cabo, con el sirope debe de saber dulce...

—Vaya, parece que después de todo te está gustando la idea de la piruleta, ¿eh, Gintoki? —murmuró con un tono de voz burlesco, probablemente al ver que mi sangre seguía concentrándose donde no debería.

—¡C-Cállate! —repliqué avergonzado—. ¡Tú estás igual o más excitado que yo! ¡No eres quién para hablar de mí!

Me ha vuelto a llamar por mi nombre...
¿De qué va? ¿Por qué lo hace?
Es vergonzoso. Sobretodo en esta situación...

—Bueno, bueno —se rió de mí. Estúpido idiota—. Como sea, voy a empezar —continuó, lamiendo lentamente mi enmayonesado miembro.

Me estremecí y solté unos murmullos.
Hijikata, aún sin dejar de retenerme pegado a su cintura, llevó una de sus manos hacia mi plateado cabello.
Parecía estar... ¿Acariciándome?
Él siguió con sus descarados lametones sobre mi cuerpo, cosa que me obligaba a continuar emitiendo breves sonidos; además de ruborizarme —e inevitablemente, excitarme— cada vez más.

Supongo que es mi turno...
No voy a ser aquí el único gimiendo.
Que se humille el también.

Levanté la cabeza y abrí la boca con cierta vergüenza.
Lamí su miembro, y...

Efectivamente.
Era dulce.
Muy dulce.
Y caliente.
Era una sensación extraña.
Pero no desagradable.

—Ah… —musitó Hijikata, deteniéndose unos segundos de lo que estaba haciendo—. Mnh…

¿¿¿Por qué él no sonaba como si fuera la primera vez que le hacían una mamada???
Es obvio que no es mi primera vez, pero por alguna razón...
¿¿Es porque estoy haciéndolo con un hombre??
¿¿O sólo porque es Hijikata??

Tosshi apartó la mano de mi cabello, la llevó hasta su miembro, el cual no paraba de aumentar de temperatura, y lo inclinó hacia mí.

—¿Qué haces? —pregunté extrañado.

—¿Para qué crees que estoy haciendo esto? —replicó él—. Abre la boca.

No me jodas.
¿Esperaba que se la chupara hasta el fondo?

—Sí, claro —acepté sarcástico—. Te crees tú que voy a hacer eso. Si no lo haces tú, entonces yo tampoco —aclaré.

—Está bien —aceptó sin quejarse, tras lo cual me lamió el glande con gran descaro y empezó a chuparlo como si fuera un caramelo.

—Nh--... Ah… —murmuré ante su inesperada acción.

No me jodas.
En serio. No me jodas.
¿De verdad acaba de hacer eso?
¿A mí? ¿A un tío?
¿Sólo porque de otra forma yo no iba a chupársela?

...

¿Está tan desesperado?

—Es tu turno —recordó malicioso—. Cumple tu palabra, Yorozuya.

Yorozuya. Ya no usaba mi nombre.
Ahora era un simple Yorozuya.
¿Se habrá molestado conmigo?

...

Espera, ¿por qué eso me importa tanto?
¿Qué más dará cómo me llame?

—Sí, sí... —asentí con pocas ganas, haciendo lo que me había pedido.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora