XXVII

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Zura se fue la mar de contento junto a Elizabeth.
Parecía verdaderamente feliz por el hecho de que fuera a participar con él.

Bueno, no es de extrañar, siempre exagera las cosas...

En fin. Me estaba muriendo de hambre.
Me fui de nuevo a la cocina y busqué algo de comer.

Por suerte aún había arroz.

Después de comer me entró sueño, así que decidí echarme una siesta.
Debía aprovechar que no había nadie en casa para molestarme.

Lo cierto es que no sabía durante cuánto tiempo había estado dormido, pero volvieron a llamar a la puerta.
Me levanté con desgano y fui a abrir.

Era Hijikata.

—Hey.

—¿Otra vez tú? —fruncí el ceño.

—Venía a darte la crema para calmarte el dolor, pero si no la quieres me iré por donde he venido —dijo mientras jugueteaba con el recipiente.

—¡No, no! ¡Dame eso! —traté de agarrarlo, pero lo apartó de mí antes de que pudiera cogerlo.

—¿De verdad la quieres? —preguntó malicioso mientras entraba en casa y se acomodaba en el salón.

—No pienso volver a pasar por lo de esta mañana si es eso lo que quieres —aclaré tras cerrar la puerta, yendo hacia él.

—No.

—…Espera, ¿no vas a chantajearme o algo así?

—No —se mantuvo en silencio durante unos segundos—. Bueno... Tal vez sí —se levantó—. Lo cierto es que tengo un poco de prisa —se acercó a mí, sentándose a mi lado—. Quiero que me des un beso. En los labios.

—¿Por qué quieres que haga eso? —le miré extrañado.

—Porque me da la gana.

—…¿Y no sería más fácil que lo hicieras tú? —traté de evitar tener que besarle.

—Sí, pero quiero que seas tú quién haga el primer movimiento —aclaró.

—…Tsk.

Me veía en la obligación de hacerle caso.
Me acerqué despacio, dudoso, pero finalmente le besé.
Mi intención era separarme inmediatamente; sin embargo, la cosa no salió como pretendía.

Es más, se sentía... Agradable.

Sin darme cuenta terminé agarrándole del uniforme, sin separarme ni un milímetro de él.

No entendía por qué demonios me era imposible apartarme.

Hijikata se iba alejando, pero yo seguía sus movimientos inconscientemente.
Al final logró separarse.

—Tengo que irme —murmuró.

Me quedé distraído durante unos segundos, pero volví en mí y traté de actuar como si nada.

Lo último que necesito es que este tipo se crea que siento algo por él.

Porque no es así.

—Pues vale —contesté de la forma más arrogante que pude.

El idiota se puso en camino para marcharse, así que me limité a mirar el pequeño frasco que me había traído y me puse a juguetear con él.

—Gintoki —me llamó, tras lo cual me giré hacia él.

—¿Ah?--

Me besó y apoyó la mano en mi nuca, evitando que pudiera separarme.
Tras un rato volvió a separarse.

—Espero volver a verte mañana —comentó con una pequeña sonrisa.

—Uh--…

—Buenas noches —se despidió y se fue antes de que pudiera decir nada.

La verdad es que no comprendía nada de lo que acababa de pasar, pero sí sabía que el sueño volvía a invadirme.

Me sentía tan cansado que me dormí en el salón.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora