XL

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Pido disculpas si con este capítulo alguien acaba con trastornos, traumas, sida visual, o demás problemas imaginarios

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Bien. Ahora empieza lo bueno.

Esta vez seré un narrador ajeno a la historia. Así que me libraré de seguir sufriendo.

—Ey, Gintoki —me llamó Hijikata, interrumpiendo mi narración mental.

—Oye, que estoy ocupado.

—¿Estás tratando de aclarar tus emociones respecto a mí? Di que sí.

—No.

—Qué molesto eres —se quejó.

—Que me dejes concentrarme, joder.

Ahhum…

Volviendo a lo importante.

Aquí empieza el best-seller:

El estúpido de Hijikata paseaba por ahí, fingiendo que estaba montando guardia mientras, en realidad, miraba, con cara de pervertido, a las chicas que pasaban por la calle.

Entonces, acabó metido en un callejón; para disimular, aunque eso le hacía ver aún más como un violador. Y eso que era de día.

En fin, que siguió caminando por el callejón, y acabó fijando los ojos en una casa de perro hecha de madera, la cual estaba roída por las termitas.
Se agachó por curiosidad, y allí dentro encontró a otro de su especie, un perro. Sólo que éste era un perro callejero, y sucio, y pobre, y apestaba y, bueno, todo lo desagradable. Era tan horrendo que llevaba gafas de sol para quitarse, aunque fuera sólo un poco, su fealdad.
Se llamaba Madao.

Así pues, Madao alzó la mirada al percatarse de que alguien estaba fisgoneando. Fue entonces que su corazón empezó a latir con gran velocidad; y no, no era un paro cardíaco, sino que había sentido un flechazo amoroso hacia ese "elegante" perro que fumaba un cigarrillo.

Madao se alzó de la emoción, y se golpeó contra el techo de su casa. Así de estúpido es.

Hijikata le ayudó a salir, acabando su uniforme lleno de barro por culpa del viejo chucho.

Se fue con él por ahí, no sé, a un parque para perros o algo así.
Allí empezaron a hablar. O sea, a ladrar. Porque son perros.

El caso, que después de un buen rato de ladridos, los dos comprendieron que realmente se habían enamorado el uno del otro.

Así pues, acabaron ambos sonrojándose y...

Espera, ¿cómo se besarían los perros? ¿Oliéndose el trasero? ¿Lamiéndose y acicalándose el uno al otro?

Ahhh... Dejémoslo en que se besaron como si fueran humanos.

Tras besarse como humanos, llegaron a la conclusión de que debían dar un paso más.

De modo que Madao guió a su amado Hijikata hasta una caja de cartón: su nuevo hogar, el cual compartirían.

Así que, para cumplir sus sueños amorosos, decidieron casarse con unos anillos de plástico de estos que tienen las botellas, y vivieron juntos en la caja de cartón.

Fin.

—¿Gintoki…? —volvió a llamarme Hijikata al haber estado tanto tiempo absorto en mis pensamientos.

—¿Ah?

—¿Puedes contestarme ya? —insistió.

—¿Cómo voy a enamorarme yo de un hombre casado?

—¿Pero qué dices? —se desconcertó—. Oye... ¿Estás bien? ¿Tienes fiebre? —colocó la mano sobre mi frente con un gesto de preocupación.

—No estás... ¿Muy cerca? —murmuré.

—¿Muy cerca? ¿Por qué lo dices? —quiso comprender.

—Bueno, ehm--…

—…Oh, ya entiendo.

Deslizó la mano desde mi frente hasta la nuca, acercándose él aún más a mí y, tras cerrar los ojos, me besó con cierta gentileza.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora