VIII

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Hijikata se quedó inmóvil, mirándome fijamente; con la mano sobre la mejilla que yo acababa de abofetear.

Te lo mereces, por capullo.

Mantuve mi posición ofensiva-defensiva. Estaba alerta a cualquier movimiento que fuera a hacer él.

Supuse que trataría de devolverme el golpe, por lo que presté especial atención a sus brazos.

Sin embargo, lo que hizo fue...

...Ponerse de pie.

Al estar sentado sobre sus piernas, aquello provocó que cayera, nuevamente, de espaldas al suelo. No esperaba que fuera a hacer algo así. Me pilló completamente desprevenido.

Será hijo de...

Repetí los mismos movimientos que antes: tratar de minimizar el golpe al apoyarme en mis brazos.

Hijikata aprovechó mi desventajosa situación para agarrar mis piernas y estirarme hacia él.
Lo siguiente que hizo fue bajarme la ropa interior, cosa que no logré impedir ya que estaba demasiado ocupado retorciéndome de dolor.

  — ¡Pero qué-...! — traté de hablar, completamente en vano.

  — Te dije que yo iba a ser el seme — contestó él, con esa mirada demoníaca que lo caracteriza— . No sé si eres una especie de tsundere o qué pasa contigo, pero no quiero seguir perdiendo mi valioso tiempo en todas estas tonterías. 

Me quedé paralizado por sus palabras. Hijikata sacó un cigarrillo de su cajetilla y lo encendió con ese estúpido mechero con forma de mini bote de mayonesa. Echó una calada y volvió a dirigir sus fríos y purpúreos ojos hacía mí.
Mantuvo el cigarrillo entre sus labios mientras se quitaba el uniforme, vigilándome en todo momento como si fuera un guardia de la cárcel.

Anda ya...

  — Qué... ¿Qué vas a hacer?— traté de averiguar, a pesar de atemorizarme aquello que pudiera llegar a contestarme. 

  — Tener sexo contigo. 

Hijikata colocó su frívola mano sobre mi pecho. El contraste de temperatura entre ambos hizo que me estremeciera aún más.

Deslizó su mano a través de mi cuerpo, atravesando mi abdomen y llegando finalmente hasta su verdadero objetivo.
Había bajado la mirada hacia ahí, pero la volvió a dirigir hacia mi rostro durante un par de segundos. Seguía teniendo esos ojos demoníacos.
Me mantuve aún del todo inmóvil. No sabía qué se suponía que debía hacer para que Hijikata no me matara con el filo de la espada enfundada que seguía a su lado.

  — No está mal — comentó inexpresivo, con los ojos clavados en mi cintura. 

Hijikata se estiró hacia delante. Imaginé que quería ver con detalle mi cara de idiota ante la situación, pero lo que hizo fue apartar el cigarrillo de su boca, para así, sin mayor dilación, besar mis prácticamente apretados labios. Su gesto fue sorprendentemente gentil.

Supuse que quería distraerme y hacerme creer que iba a ser amable, para después sacar su oculto lado sádico y torturarme hasta estar satisfecho.

Pero era del todo imposible que Tosshi fuera a hacer eso.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora