XLVI

399 46 2
                                    

El hecho de que Hijikata me abrazara mientras yo me apoyaba sobre su pecho, y sin olvidar que también me estaba tapando la cara con las manos, no hizo otra cosa que intensificar aquella inexplicable vergüenza repentina acompañada por un increíble rubor.
Podía percibir sin problema alguno los latidos de su corazón, y parecía estar casi tan nervioso como yo teniendo en cuenta la velocidad a la que iban.

Me estaba empezando a incomodar mi postura, así que decidí apartar las manos y, sin pensar mucho en ello, le devolví el abrazo a Tosshi.

El silencio invadía aquél lugar, pero, sorprendentemente, no resultaba en absoluto incómodo. Al contrario. Me sentía cómodo en semejante situación, y me atrevería a decir que él también lo estaba.

Aunque estaba claro que ninguno de los dos entendía aún el por qué.

—Uhm… —murmuró—. Gintoki…

—¿Hm?

—¿Aún quieres irte de aquí? —preguntó con cierto temblor en la voz.

—¿Por qué? —sentí curiosidad por la razón que le había llevado a averiguar aquello.

—Porque no me apetece seguir en el parque de atracciones —trató de continuar, pero dejó unos segundos de pausa antes de ello—. A menos que tú quieras quedarte.

—No —dije con voz endeble.

—Entonces… ¿Prefieres que nos vayamos?

—Sí.

—De acuerdo.

Se separó de mí casi con esfuerzo, despacio, cuidadosamente. Parecía temeroso de hacerme daño. Cuando se hubo alejado lo suficiente, me observó durante unos segundos. Su rostro lucía apacible, incluso delicado.
Se levantó y me ofreció la mano para ayudarme a ponerme en pie. La recibí y, una vez estuvimos los dos completamente erguidos, le pareció oportuno rodearme nuevamente con los brazos y plantarme un beso en los labios. Breve pero con fuerza.
Volvió a separarse, esta vez agarrándome de la mano y empezando a andar con la intención de llevarme a algún lado.

Había estado tanto tiempo ahí metido que ni siquiera me había percatado de que el cielo empezaba a atardecer. Sin embargo el parque seguía bastante lleno de gente, aunque ya no había tanto ruido.
Me limité a dejarme llevar por Hijikata, aún sin saber a dónde pretendía ir. Lo cierto es que no me preocupaba demasiado dónde me llevara a parar. Tan sólo quería salir de una vez de ahí. Y él también tenía ese objetivo. Dónde acabáramos resultaba irrelevante.

De repente todo aquél nerviosismo, el rubor y la vergüenza habían desaparecido completamente. Tanto de mí, como de él.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora