XXIII

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Diría que me reconforta haberme librado de una buena vez del examen de Historia de España, pero tengo exámenes cada día hasta la semana que viene :'D

Recen no por mí, sino por las actualizaciones (???
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Tras oírle fruncí el ceño y mantuve la mirada apartada de él, quedándome completamente inmóvil.

Hijikata me observó durante unos segundos, pero después se limitó a agarrar su ropa, vistiéndose en silencio. Aún seguía fumando ese estúpido cigarrillo.
Le miraba de vez en cuando, preguntándome qué debería hacer exactamente. Lo lógico sería vestirme yo también, pero no tenía ganas de tan siquiera moverme.

El perro del Gobierno terminó de colocarse el uniforme del Shinsengumi, tras lo cual se posó enfrente de mí y me observó como si fuera una obra de museo. Llevaba el cigarrillo entre los dedos de la mano izquierda, mientras que la mano derecha estaba dentro del bolsillo del pantalón. Aún salían rastros de humo de su nariz.
Sacó la mano del bolsillo y alzó el brazo, colocándolo a la altura de mi cabeza y apoyando la mano sobre mi rostro. Empezó a acariciarme con el pulgar. Al menos eso parecía intentar.
Levanté la mirada hacia él y tragué saliva.

...¿Por qué ahora estaba actuando como un romántico galán?

¿Y por qué empiezo a sentir ciertos nervios?

Deslizó la mano desde la mandíbula hasta mi barbilla, y tras un rato en el que se limitó a observarme detenidamente, se relamió los labios para hablar.

—¿No vas a forcejear o a quejarte e insultarme?

—No —negué con un murmuro—. Acabaríamos a golpes, y prefiero ahorrarme tener más dolor que soportar. Ya tengo de sobra con el dolor de trasero que voy a tener mañana cuando me despierte.

Hijikata se burló de mi comentario y se acercó para besarme.

Una vez más.

Ni siquiera pretendía alejarme. Es cansino forcejear una y otra vez con este tipo.

Una vez se separó, volvió a observarme durante unos segundos y echó una pequeña sonrisa burlesca.

—Iré a comprar alguna crema para que te calme el dolor —susurró con toda normalidad, casi con un toque de preocupación—. Me pasaré esta noche para dártelo.

Esta vez me dio un pequeño beso y se alejó rápidamente con la intención de marcharse.

—Oh, y... —pareció recordar—. Gintoki —me llamó la atención, echándome un vistazo de arriba a abajo—, deberías vestirte.

—¿Eh? —traté de procesar lo que acababa de decir.

—Adiós —se despidió tras burlarse nuevamente.

Fui incapaz de reaccionar a tiempo, pero después de que se marchara fui capaz de comprenderlo.

Aún no me había vestido.

...

…Idiota…

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora