XVI

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Pude notar cómo Hijikata levantó la mirada un momento, unos breves segundos, hacia mí.
Ya no tenía esos ojos endemoniados.

Más bien...

Eran como... No sé, el típico caballero misterioso que todas las mujeres adoran o algo así.

Qué sé yo, se me está yendo la olla con todo lo que está pasando.

Evadí el contacto visual, pero no pude evitar volverme hacía él nuevamente tras darme cuenta de que, aún haciendo aquello, había entrelazado su mano con la que había estado usando yo para agarrar su cabello.

¿Por qué…?

Más preguntas sin respuesta…

¿Qué diablos le pasa a este tipo?

Se apartó lentamente de mí y soltó un pequeño suspiro.

—Voy a probar de nuevo —informó con endeble voz—. Avísame si te duele.

—Hm... —asentí vagamente.

Volvió a insertar un sólo dedo, y pareció sorprenderse.

—Esta vez ha sido más fácil —murmuró casi feliz, preparándose para utilizar ya un segundo dedo.

—¡No necesito que me informes de esas cosas! —me quejé avergonzado.

Se burló de mí con cierta culpabilidad por decirme cada mínimo detalle de lo que estaba sucediendo.

Te recuerdo que estás invadiendo mi trasero.

Creo que soy capaz de notar todo lo que haces.

No hace falta que me lo repitas.

De veras.

Eso sobra.

Siguió con los malditos dedos durante un rato, hasta que mi cuerpo pareció adaptarse lo suficiente.
Eso era bueno, ya que al fin dejaría de colonizar mi cuerpo con ellos, pero por otra parte...

También significa que va a meterme ese dichoso pe** ardiente y lleno de sirope y mi propia saliva en el trasero.

Sinceramente no sé qué es peor.

—Bien, ahora sí es hora de saber si todo esto ha servido de algo —comentó tras apartar la mano, volviendo a estirarme de las piernas para acercarme a él.

—Supongo que querrás que te avise si me duele. No hace falta que lo repitas —repliqué con cierta irritación.

Volvió a soltar una pequeña burla y, tras acariciar mi cuerpo durante unos segundos, se dispuso a insertar esa cosa.

Solté algunos murmullos por evidentes razones, ni siquiera sé si eso podía llamarse "placer", pero definitivamente era una sensación extraña.

Ahora no duele.

Bueno, sí duele, pero no tanto como al principio.
Supongo que eso es bueno.

No fui el único en exhalar, pero estaba completamente seguro de que lo que él debía sentir era mil veces mejor que lo que sentía yo.

Vamos, es que no cabe duda.

Sacudió las caderas con sumo cuidado, despacio, procurando no dañarme de ninguna forma.

Aparte de eso, lo más probable es que ir despacio le hiciera sentir aún más excitado.

Yo me limité a soportar el calor que desprendían los cuerpos de ambos, siendo capaz de notar a la perfección todos y cada uno de sus movimientos.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora