Le di un pequeño golpe.
—Estúpido perro… —murmuré.
—Venga, venga~ —siguió burlesco—. ¿Quieres que te cuente lo que pretendía decirte? Quizás me arrepienta de ello~
—¿Por qué de repente estás tan alegre? —pregunté al parecerme jodidamente extraño.
—No sé, tus tonterías me han hecho gracia.
—¿Gracias…? ¿O debería decir de nada…? ¿…?
—En cualquier caso, ¿quieres saberlo o no? —parecía insistir.
—No sé si me conviene saberlo. Me preocupa bastante lo que se suponga que quieras decirme…
—Oh, vamos. No es nada malo —aseguró—. Bueno, o eso creo.
—Ya… Claro.
—De veras.
Hijikata volvió a colocar su mano sobre mi cabeza sólo para seguir enredando mis desagradables rizos.
¿Es que acaso soy un gato?
—Un perro y un gato... Pfff… —susurré sin darme cuenta.
—¿Qué estás murmurando, Gintoki?
—¿Ah?---… Nada, nada. A ver, ¿qué era eso que tienes tantas ganas de contarme?
—Ah, sí, eso. Bueno… Me lo estoy replanteando —desvió la mirada.
—No me jodas —me quejé.
—Realmente me lo estoy replanteando —insistió—. En fin… Te lo digo.
—Bien.
—El caso es… Uh… Que creo... —se detuvo durante un rato, aún dubitativo.
—¿…Qué?
—...Que me gustas.
—Sí, y yo me muero por casarme contigo —exageré con ideas estúpidas—. ¡Venga ya! ¿Qué es lo que quieres decir? Ahora enserio.
—Era eso.
—No era eso. Sabes que no.
—Era eso —repitió.
—Mentira.
—Verdad —siguió insistiendo.
—No.
—Sí.
—…¿Sí? —empecé a dudar.
—Sí.
—Me estás jodiendo, ¿verdad? Me ves cara de estúpido.
—No estoy bromeando —siguió negando.
—Venga ya. ¿De veras? —volví a preguntar, aún incrédulo.
—Que sí, pesado. ¿Quieres que te lo tatúe en el trasero o qué?
—Vale, eso es más creíble. Pero… ¿Cómo demonios ibas tú a sentir nada que no fuera odio por mí? ¡No tiene ningún sentido!
—Gin. Esta puta historia no tiene sentido. No le busques cinco pies al gato.
—Bueno, en eso debo darte la razón…
—Bien. Ahora me toca a mí preguntar: ¿Qué es exactamente lo que sientes tú por mí?
—¿Eso va enserio? ¡Es bastante obvio! ¡Lo que siento no es más que--... que… ¿odio…?
—¿Estás dudando, Gin? ¿No decías que era obvio?
—¡Cállate! Por supuesto que… eh… sí, te odio… Claro que sí. Mucho.
Fijé los ojos en el suelo, increíblemente nervioso. Sentía un escalofrío recorrer ni cuerpo.
¿Estoy dudando? ¿En algo así?
Pero si yo…
Le odio.
Llevo los 38 capítulos maldiciéndole y deseando su muerte…
…¿Y ahora me vienen las dudas?
¿¿¿???
¿Qué está pasando?