XXXII

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Me rasqué la cabeza y me di la vuelta dispuesto a marcharme de una buena vez a casa.

Más le vale devolverme el favor algún día.

O sino tendré que golpearle.

Aún había gente que estaba distraída con los fuegos artificiales. De vez en cuando veía a algún niño pequeño alegre por los colores que decoraban la noche y acompañaban el tenue resplandor de la Luna.

Otose y la vieja mujer gato esa del demonio también habían salido cuando llegué a casa. Habían dejado a Sadaharu fuera protegiendo el edificio.
La bola de pelo gigante me saludó a base de ladridos, agitando la cola y, cómo no, clavándome los dientes en la cabeza.
Tuve que forcejear con tal de liberarme y subir las escaleras. Al entrar en casa recordé que aún llevaba el disfraz que me habían hecho Zura y Elizabeth, pero no tenía planeado volver a salir e irme a la otra punta de la ciudad sólo para entregarle unos trozos de tela.

Ya se lo devolveré mañana si eso.

Suspiré y entré al baño. Me miré al espejo y vi que aún seguía con crema desperdigada por todo mi desagradablemente rizado cabello de anciano, pero no me importaba demasiado.

Saqué el recipiente que me había dado Hijikata, en el cual aún había crema, y volví a echármelo, esta vez con más cuidado y prestando atención.

Me gustara o no, lo cierto es que la dichosa crema estaba siendo realmente útil. De no ser por ella, probablemente no habría podido moverme ni un sólo centímetro del salón.

Puto Hijikata.

¿Significa eso que ahora yo también le debo una especie de pequeño favor a él?

No me jodas.

Más extorsión no, por favor.

Suficiente he tenido ya.

A saber qué más voy a tener que hacer mañana...

Sólo me falta que venga Takasugi a tocarme las narices con sus planes de dominación mundial o lo que sea.

Estoy demasiado agotado ya con mi sodomía y mis intentos de actuar como ese Mario Verde como para meterme ahora en una pelea contra él y su ejército de piratas espaciales alienígenas.
Ah, sin olvidar que el estúpido perro ese me ha mordido la cabeza.

No estoy en condiciones como para meterme en esa situación.

Ojalá venga la preciosa chica del tiempo a hacerme peticiones perversas y sadomasoquistas. Eso lo aceptaría sin problema alguno.
Es más, me haría realmente feliz.

Pero para mi desgracia, es imposible que algo así suceda.

Yorozuya Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora