La idea de un centro separado constituye la raíz del ego. Cuando un niño nace, llega al mundo sin un centro propio. Durante los nueve meses en el vientre de la madre funciona con el centro de la madre como el suyo propio; no está separado. Después nace. Entonces resulta práctico considerar que se tiene un centro separado, el cual medida que crece va tornándose más difícil mantener su propio centro.
Para sobrevivir y para luchar en la batalla de la vida, todos necesitan cierta noción de quiénes somos. Y nadie tiene ni idea. En realidad, nadie puede tenerla, porque en lo más profundo somos un misterioso centro de energía que fluye indefinidamente (todos somos creados a semejanza de la divinidad). No podemos tener ninguna idea al respecto. En lo más profundo, no somos individuos, sino seres universales.
Por eso, si le preguntas a Buda: ¿Quién soy?, guardará silencio y no contestará. No puede hacerlo, porque él ha dejado de ser un individuo, es solo la totalidad en plenitud, pero en la vida cotidiana incluso Buda tiene que emplear la palabra "yo". Si tiene sed, dirá: "Tengo sed. Ananda, tráeme un poco de agua; tengo sed". Por eso sigue empleando la significativa primera persona, el "yo". A pesar de ser ficticia, también tiene sentido, pero hay muchas ficciones con sentido. Un ejemplo de eso es nuestro propio NOMBRE.
Me gusta este ejemplo. Un niño escribió una carta a Dios. Su madre estaba enferma, su padre había muerto y no tenían dinero, le pedía a Dios cincuenta monedas. En el correo se quedaron perplejos cuando llegó la carta. ¿Qué hacemos? ¿Dónde enviarla? Estaba dirigida a Dios. Así que la abrieron. Les dio pena el niño y decidieron reunir algo de dinero y enviárselo. No reunieron lo que el niño pedía, cincuenta monedas, sino cuarenta.
Llegó una segunda carta, también dirigida a Dios, y en ella el niño había escrito lo siguiente: "Estimado Dios, por favor, la próxima vez mándeme el dinero directamente a mí, no al correo. Se han cobrado diez monedas por gastos de envió".
Sería complicado que no tuviéramos nombre. Aunque en realidad nadie tiene nombre, se trata de una ficción muy útil. Se necesitan los nombres para que los demás te llamen, se necesita la primera persona, el "yo" para que te llames a ti mismo, pero es simplemente una ficción. Si profundizas en tu interior comprenderás que el nombre ha desaparecido, que ha desaparecido la idea del "yo", no queda más que una simple presencia, la existencia, el ser.
Ese ser no es algo separador, no es tuyo ni mío; ese ser es de todos ( es la totalidad en su esencia). En ello están incluidos los ríos, los árboles, las piedras, las montañas, todo. Lo incluye todo, sin excluir nada, ahí se encuentra el pasado, el futuro, la inmensidad del universo. Cuanto más profundices en ti mismo, más comprenderás que las personas no existen, que no existen los individuos. Lo que existe es la pura universalidad. En la circunferencia de la vida (el mundo tal cual lo vemos) tenemos nombres, egos, identidades, y cuando pasamos de la circunferencia al centro desaparecen todas esas identidades.
El ego, necesita de un nombre, pero no es más que una ficción útil. debemos de utilizar la ficción, pero sin dejar engañarnos por ella.
Que tal mi queridos lectores, espero hayan disfrutado de este capítulo, es uno de los que más he disfrutado escribiendo, a pesar dejar muchas cosas en el tintero.
Un abrazo y pronto subiré otro capítulo.
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La Búsqueda de Nuestra Energía Elemental (Completa)
SpiritualeCada vez que me levanto en la mañana, tengo una sensación de que nada me hace sentir bien. Cada día que pasa siento algo en mi interior que está encerrada(o) en si misma(o), en un cuerpo que tampoco siento que me pertenece, que no es mío. Cada vez m...