Capítulo 3: La Calma antes de la Tormenta.

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Punto de Vista de Harry:

Durante las clases había estado pensando en todo, sé que ella tiene la culpa, que tengo razón y que no digo más que la verdad sobre ella, pero mi escenita había estado de más, me comporte de manera dramática e infantil, hice un verdadero escándalo por algo que no lo merecía.

— ¡Paige!—grité tras de ella— ¡Paige, espera!—grité—Lamento lo que pasó hace rato. No debí portarme como lo hice. ¿Crees poder perdonarme?

—Solamente si me perdonas tú primero—respondió. —Tienes razón, las personas solamente me hacen hacer su trabajo. Soy una grandísima tonta.

—No eres tonta, las personas son muy abusivas, y tú sueles ser muy noble.

—Prometo cambiar—añadio.

Eran las 5:30 de la tarde, dejé a Paige en su casa, fui a la mía a cambiarme de ropa para salir corriendo a la casa de Mandy, yo no quería dejar esta materia de nuevo, así que debía esforzarme mucho en los exámenes y en el proyecto. Antes de llegar a la casa, paré en la pastelería para comprar un pay de plátano y zarzamora, mi madre me había enseñado a nunca llegar a una casa con las manos vacías. Me paré frente a la puerta y toqué el timbre, pasados unos minutos abrieron, era una chica rubia, ojos cafés y cuerpo esbelto, muy joven como para ser la madre de Amanda.

— ¡Buenas Tardes!—saludé cordialmente, tenía que mostrar ni encanto británico. —Soy el amigo de Mandy—añadí finalmente al ver que no tenía ni la menor idea de porque estaba yo ahí.

—Ya le aviso que estas aqui, pero siéntate—añadió amable desapareciendo por la escalera.

— ¡Yo no dije que fuera mi amigo!—la escuche gritar antes de aparecer en la escalera.

—Les traje esto—dije dándoselo, lo tomó y se fue—Espero no haber llegado en un mal momento—añadí siguiéndola.

—El mal momento llegó contigo—murmuró. —Sígueme—añadió. Subimos las escaleras y entramos a la segunda puerta que había en el corredor, era su cuarto. La pintura era verde, la ropa tirada por todas partes, cajas de cartón sin desempacar, libros regados por el suelo, era un completo desastre y me gustaba.

—Deja tus cosas por ahí y siéntate en el suelo—ordenó. Puse la mochila en el suelo, me senté junto a ella, saqué mi computadora y la puse sobre mis piernas.

— ¿Qué exposición daremos?

— ¿Qué país te gusta?—preguntó ella.

—No lo sé, será mejor que tú lo elijas.

—No puedo elegir todo yo sola, tú debes participar, tienes voto—terminó.

¿Tenía voto? ¿De verdad ella me dejaría opinar? En mi relación con Paige ella siempre decidía todo lo que se trataba de la escuela, no me quejo, es decir, siempre elegía bien, pero a veces yo quería cosas diferentes y no me dejaba decirlo, creo que debajo de todo el amor que me tenía, ella pensaba que yo era un bruto, cosa que no soy, lo puedo aparentar pero sí que sé cosas.

— ¿Qué tal París?—le ofrecí.

—París no es un país—se quejó.

—Entonces Roma—volví a decir.

—Ese tampoco es un país, bruto. Aunque sería genial verte hacer el ridículo vestido de romano. Debes verte tan torpe.

— ¡Ya basta!—le grite. —Basta de insultarme—dije—Está bien que no te agrade ¿Por qué me tratas tan mal? Ni siquiera me conoces—ella me miró.

—No me agradas porque eres del tipo de gente que fastidia, con sus autos caros y casas grandes, vives de los prejuicios y odio eso. —se quejó. —Desde que llegué a esa escuela lo único he oído es lo perfecto que es Parry y ¡Eso me fastidia!—gritó.

La Chica Mala  |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora