Capítulo 38: Ambos mentimos.

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Punto de vista de Paige:

Cuando desperté esta mañana estaba completamente sola, Harry se había ido y ni siquiera se digno a decírmelo.

Fui a darme una ducha muy placentera con agua tibia, me sentía feliz, aunque ayer no haya pasado nada más que ese beso, había logrado que Harry se quedará conmigo por una vez, por primera vez me eligió a mi y no a ella.

Revisé mi teléfono que parpadeaba de manera insistente, un nuevo mensaje de Trevor.

"¿Como amaneciste? ¿Qué tal va todo con tu madre?"

"Todo está del asco, no puedo evitar sentirme la burla de todo el mundo."

"Sabes que no debes darle importancia a lo que digan los demás."

"Tu dices eso porque tu familia es perfecta."

"¿Pero que dices? ¡Mi familia no es perfecta, y menos en temporada electoral. Debo irme, mi padre me llama a comer."

"¿Hablamos más tarde?"

"Si, ¿Skype?"

"Claro, salgo de la escuela a las 3:00, en Nueva York serán las 9:00"

—¿Como amaneciste, pastelillo?—preguntó papá revolviendo el café.

—Bien, estoy mucho más tranquila.

—Escuche que Harold vino a verte ayer.

—Sí, él fue muy amable conmigo. Nos quedamos platicando hasta tarde.

—Me alegra que a pesar de que ya no sean novios puedan seguir siendo amigos.—sonrió.

¿Amigos? Harry y yo estábamos bastante lejos de ser amigos, él se había vuelto hipócrita y mentiroso, No podíamos ser amigos, simplemente yo no podía, a pesar de que extrañaba nuestras viejas conversaciones, charlas tranquilas y sinceras como la de ayer.

¿Por que me había besado? Esta era la primera vez que me lo preguntaba en el día, ¿Me habría besado por lástima? ¿Había sentido lástima por mí? ¿O todavía me quería y se negaba a aceptarlo?

—¿Donde esta mamá?—pregunté en cuanto el silencio se hizo presente y notando que la mesa estaba puesta sólo para dos personas.

—Tu madre se ha ido—explicó.

—¿Cuando?—pregunte aliviada y a la vez preocupada, pensando en la próxima vez que la viera.

—Se fue esta mañana. Puedes revisar si dejó algo, sólo si quieres.—dijo bajando el periódico.

—Si quiero—respondí.

Amarre mi cabello y fui al cuarto donde se había estado quedando. La cama estaba hecha a la perfección, la ropa que había usado se hallaba doblada encima del peinador, parecía que no había dejado nada además de una pequeña bolsa de cuero, cerré la puerta y abrí aquel bolso oloroso a cigarro, dentro había unos cuantos dólares arrugados, unas libras en una bolsa de plástico, un teléfono móvil viejo, algunos tickets de comida rápida y una pequeñísima bolsa ziploc con un polvo blanco en el interior, cocaína, sin duda alguna.

¡Mi madre era una drogadicta! Esa mujer sólo iba de mal en peor.

Escuche pasos aproximarse a la alcoba, escondí la bolsa entre mi ropa y salí de ahí.

—Hija, se hace tarde—reprimio mi padre.

—¿Me llevarás a la escuela?—él asintió y pasó su brazo por mis hombros.

La Chica Mala  |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora