Lana no sabía por dónde empezar, se estaba rascando la nariz con cuidado mientras el Soldado de Invierno se la quedaba mirando, parecía estar esperando órdenes.
- Llámame Lana. – La chica empezó, cansada del silencio que ambos estaban creando. La atmósfera de tensión era horrible en el pequeño piso de doce metros cuadrados. – O Corton. Lo que sea. – Dejó de mirarla mientras miraba hacia adelante, clavando los ojos en la pared, estaba vestido con los pantalones de su uniforme, pero Lana le había traído camisetas que tenía por su casa.
Eso iba a ser muy difícil.
- ¿Cómo quieres que te llame?- Lana iba de puntillas con ese hombre, no le gustaría ganarse un golpe de brazo metálico.
- No lo sé.
- Metallica claramente queda descartado. – Parecía confuso, y la miró un segundo antes de volver a mirar adelante. Lana estaba por llamar a Steve y contarle todo.
Había llegado al hospital un día después que Lana, y ella había hecho todo lo posible desde la cama de un hospital para tener un piso para ese tipo a tiempo.
- ¿Qué es Metallica?
- Un grupo de música bastante guay, estoy segura que cuando te quitemos todo ese modo raro que tienes te encantará. – Lana sonrío, cogiendo un trozo de pizza que él miró. – Puedes comer, no es necesario que te quedes mirando la pizza como si fuese Dios.
- ¿Pizza?
- Sí, Metallica, pizza. – Lana le pasó el trozo de pizza margarita y la cogió con la mano, observándola con cuidado. – Ay, dios, no, no está envenenada, mira. – Lana se metió un trozo entero en la boca, de manera infantil, haciendo que el Soldado la mirase como si estuviese loca.
Lana casi se ahoga cuando la imitó y se metió todo el trozo en la boca. El Soldado se alarmó, mirándola asustado como si hubiese hecho algo malo, pero no, Lana se estaba riendo con un trozo de pizza entero metido en la boca.
- No puedo creerlo. – Lana se tragó el trozo tras varios minutos de masticar, al igual que el Soldado, que la imitaba. – Por muy buena idea que sea comer una pizza así, no es la civilizada. – La observaba con cuidado, como si fuese a atacarle en cualquier segundo. – La clave es ir mordiendo, poco a poco. Aunque me sorprende la cavidad bucal que ambos tenemos. – La miró con una ceja levantada, mirando otro trozo. – Por favor, coge otro.
El Soldado obedeció, cogiendo otro trozo y mordiendo, mirándola cuando se lo tragó. La chica estaba sonriendo de oreja a oreja, cogiendo otro trozo.
- Así es. Ya sabes cómo comer la comida del siglo veintiuno. – Fue a ponerle una mano en el hombro derecho, pero él se apartó, como si su mano quemase. – Todavía nos queda camino para que la comunicación no verbal sea buena idea. Lo siento.
No le gustaba hablar sola, pero estar con el Soldado de Invierno le estaba costando su cordura, sobre todo tras los tres días que habían pasado en el piso, saliendo solo para lo más elemental. Al menos hasta que su compañero de piso recordase un poquito.
Su teléfono empezó a sonar en la mesa, y el Soldado se alarmó, mirando el pequeño dispositivo con un nombre que ocupaba toda la pantalla, al igual que una foto de una mujer rubia con pasta de dientes en la cara.
- Mi madre. – Lana cogió el teléfono y el Soldado la miró, cogiendo información de cómo se comportaba esa mujer.
El Soldado había llegado a la conclusión de que era rara de narices. Simplemente no la entendía. No entendía las razones que tenía para ayudarlo, ni entendía qué narices era un móvil, ni sabía bien si merecería la pena aguantarla para ser ayudado. Pero la verdad, era la única ayuda que conseguiría. Y sus ansias por sacarle una palabra confundían al Soldado a niveles estratosféricos. ¿Por qué querría hablarle? ¿A él?
- A ver, mamá. – Lana se llevó una mano al puente de la nariz, bajo la atenta mirada del Soldado. – Te estoy diciendo que tardaré en volver, mantén a cualquiera que pregunte fuera de mi contexto. – Lana hizo una mueca y rodó los ojos delante del Soldado, que no cambiaba de cara. - ¡No lo sé! Invéntate algo, diles que estoy en China. – Sonrío de lado, tocando el sofá de manera automática, mirando hacia la piel desconchada del sofá. – Lo sé, yo también te quiero. – Rodó los ojos. – Oh, por favor, no pienso llevar a Steve a casa para que pueda probar la bomba cárnica. – El Soldado abrió los ojos como platos, mirando a la joven con intensidad. – Tú tampoco deberías probar la bomba cárnica, tienes casi sesenta años mamá, ya no tienes tanta marcha. – Otra pausa, se podía escuchar a su madre gritando detrás de la línea y ella se apartó el teléfono un poco de la oreja, el Soldado no paraba de mirarla. – Vale, está bien, la próxima vez que suba la probaré. Pero no cuentes con Steve, está ocupado. – Otra pausa. – Sí, todo bien. Adiós mamá. – Otra pausa. – Adiós.
Lana dejó el teléfono donde lo tenía puesto antes, al lado de la pizza, y se quedó mirando al Soldado, que la miraba fijamente.
- ¿Pasa algo?
- Steve... - Se quedó en silencio, mirando hacia el infinito mientras Lana lo analizaba, parecía intentar recordar algo, cerró los ojos un segundo. Y entonces, justo cuando Lana iba a abrir la boca, el Soldado se dio un golpe en toda la cabeza con la mano de metal.
Lana se echó atrás debido al susto, mirando con los ojos abiertos al Soldado, que se daba con ambas manos en la cabeza con los ojos cerrados.
- ¡Eh! – Lana se lanzó hacia él y le cogió ambas manos, dejándolas delante de él mientras la miraba con los ojos abiertos como platos. - ¡Deja de darte a ti mismo!
Lana se podría haber reído por la frase, estaba evitando que alguien se pegase a sí mismo, no dándole con su propia mano, pero el hecho de que el Soldado tuviese sangre en un lado de la cara la preocupó.
Se quedó en silencio mientras la obedecía, y Lana juntó las cejas. Ahora parecía no tener alma. Miraba hacia adelante como si fuese un perro, obedeciendo todo lo que dijese.
- ¿Qué te han hecho? – El Soldado la miró a los ojos, pero algo no cuadraba, Lana se estaba empezando a sentir amenazada. – Necesitamos información. – Parecía confuso, una emoción que utilizaba mucho con Lana alrededor.
La joven se levantó y se acercó a la ventana, mirando hacia atrás para ver al Soldado mirando hacia adelante, sin moverse.
- Volveré en una hora, Metallica. – La miró fijamente, viendo cómo cambiaba su apariencia a una chica rubia. – Espérame aquí. Si tienes hambre, puedes comer, puedes dormir, puedes ir al baño o lo que sea.
Y con eso, Lana saltó por la ventana a la escalera de incendios del hotel, caminando tranquilamente con sus Vans.
El cielo se estaba oscureciendo cuando Lana llegó a la habitación de hotel y se tiró en la cama, deshaciéndola en segundos y saliendo.
Necesitaba saber cosas sobre el tal Bucky. Y estar con lo que quedaba de él no iba a ayudarla para nada.
Pero antes de nada, necesitaba comprarle una chaqueta, una camiseta, unos tejanos y a poder ser una gorra. Puesto que Lana dudaba seriamente que le dejase acercarse a él con unas tijeras en la mano.
Lana caminó por las calles de Washington disfrazada sin problemas con pintas de niña rica, yendo a la primera tienda de ropa masculina que encontró abierta a esas horas.
Pilló las prendas rápidamente justo antes de que el hombre de la tienda empezase a retirarse por la noche. Todo le costó cincuenta dólares justos. Aunque ni siquiera miró las tallas.
A ese paso iba a volverse loca con el maldito Soldado.
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HEKATE [Bucky Barnes]
FanfictionLana Corton tiene que dejar el cumpleaños de su madre cuando recibe la llamada de su jefe. La necesita en Washington D.C. Condiciones de Sombra Profunda. Y ella pensaba que ser Vengadora solamente significaba dinero. [cover por @roggxrs] Bucky Bar...