XIV

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·nueve·

Bucky suspiró impaciente desde la cocina del piso de Nueva York. Lana le había mandado un mensaje conforme volvía de su misión en plena Romania.

No quería darle muchas vueltas al hecho de que había estado preocupado posiblemente la mayoría del tiempo, durmiendo incluso en la cama de la chica cuando esta no lo llamaba por las noches.

Se daba asco. Parecía un adolescente enamorado.

Y lo último que parecía era un adolescente enamorado. Dudaba que su barba de cinco días seguidos y su pelo largo lo asemejasen a un chaval de quince años. Y enamorado no era la palabra que utilizaría con Lana. Le tenía cariño. Quizá demasiado.

Pero ella era su Lana. Y él era su Bucky.

Sonrío al pensar que volvería pronto, y él la estaría esperando. Había estado yendo cada día a correr, a comprar su comida, y había hablado dos o tres veces con alguien. Además, también había estado viendo las series que se había perdido durante esos años en los que estaba ausente. Eso durante seis meses más.

Y pensar que haría unos diez meses la había intentado matar.

Estaba contento de haber salido de su trance de Soldado, aunque a veces volvía a ese lugar, intentando atacarla. Menos mal que Lana sabía defenderse. O se escapaba mientras él no estaba bien.

Su teléfono blanco empezó a vibrar, haciendo que saltase de la silla de la cocina, mirando quién llamaba. El antiguo móvil de Lana sonaba como un loco, y en la pantalla, un nombre que haría tiempo que quería ver, con una foto de una chica poniendo morritos.

- Escóndete en el segundo piso, ya. Steve ha ido a por la comida que hemos pedido y no tengo tiempo, ha insistido en venir al piso. Corre. – A Bucky no le dio tiempo de correr más, puesto que cogió su teléfono y lo colgó, saliendo de la cocina hacia el salón, abriendo la ventana de la escalera de incendios y saliendo por ella.

Cualquier cosa menos Steve.

Justo cuando Lana abrió la puerta, Bucky llegó al piso inferior, un piso que habían alquilado por si Steve se pasaba por el piso de Lana.

Que había sido varias veces en unos pocos meses. Había vuelto de Washington justo cuando la familia de Peggy se la había llevado de nuevo a Londres, estaba a punto de morir.

- ¡Casa! – Lana entró corriendo a la casa y se tiró al sofá, mirando hacia todos lados mientras Steve dejaba la comida en la mesa de delante del sofá, justo entre la televisión y el asiento. – La he echado de menos, si más no.

- Lana, no sales de aquí si no es para hacer una misión.

- Sí que salgo, para ver a mi novio imaginario. Tiene una mansión, y un castillo, y dos unicornios. – Steve soltó una risita y Lana se sentó bien, dejándole espacio para sentarse.

Steve acabó marchándose dos horas más tarde, mientras una Lana muy cansada sonreía y cerraba la puerta, prometiendo quedar un día para tomar un café o salir por ahí sin Tony comentando la buena pareja que hacían.

Lana cada vez rodaba los ojos más exageradamente, acabaría haciendo que Steve se lo creyese. La chica ya sabía que el soldado tenía un punto débil por las mujeres de carácter fuerte, morenas y con una lengua de víbora. Y Lana cumplía todos los puntos. Sería una pena que le diesen calabazas al capitán, que era lo que posiblemente pasaría.

Lana saltó por la ventana hacia la salida de emergencia para incendios, suspirando contra el aire frío de enero de Nueva York, básicamente porque llevaba puesto su pijama de manga corta y pantalón corto, con una sudadera enorme encima. Una casualidad que fuese una de las sudaderas de Bucky. Pura y mera casualidad que también se la hubiese llevado a la misión. CASUALIDAD, y si alguien le mencionaba eso a Lana posiblemente le apuñalaría.

La chica se dejó caer al piso inferior rápidamente, alertando a la persona que estaba dentro del piso, sentada en el sofá de tela que venía con el piso. Bucky se levantó rápidamente mientras Lana abría la ventana y se dejaba caer en el piso mientras su amigo se acercaba a ella.

Ella fue la primera en sonreír y acercarse a Bucky, abrazándolo por la cintura, cerrando los ojos mientras él ponía su mano de verdad en la cabeza de la chica y la de metal en la cintura de la joven.

- Te eché de menos. – Lana murmuró, y él asintió, notando el sonrojo que se le iba subiendo a las mejillas. Se había convencido a sí mismo de soltarle algún comentario coqueto, o guiñarle un ojo. Pero dudaba que Lana fuese a pillarlo.

- ¿Todo bien?

- Cada vez estamos más cerca de acabar con Hydra. – Lana había aceptado unas misiones especiales con los Vengadores solamente para acabar con esa horrible organización. – Tenemos dos bases más, y ya estará. Podrás salir a la calle sin miedo de que un agente infiltrado te vea. ¿No es genial?

- Es genial, sí. – Los dos se miraron unos segundos, Lana esperaba a que Bucky soltase una de las sonrisas que le hacía sonreír a ella. De esas en las que enseñaba los dientes, como los vídeos que habían visto ambos sobre él y el Capitán América en esos documentales terribles que usaban para irse a dormir por las tardes. - ¿Has cenado?

- Sí, Steve me invitó, dejé rollitos de primavera de sobras en mi plato, y esos wantuns de carne que te gustan. – Lana le cogió la mano de metal y fue hacia la ventana.

Unos minutos después, los dos estaban tirados en el sofá del piso superior, Bucky se comía de dos en dos los rollitos de primavera mientras Lana lo observaba, sonriendo con una cara de cansancio que se le caía de la cara.

- Deberías desmaquillarte e irte a dormir. – Bucky comentó, tragando un rollo de primavera, la chica estaba apoyada en el respaldo con un brazo aguantando todo su peso.

- No, quiero que me cuentes cómo lo has pasado sin mí por aquí molestando. – Bucky rodó los ojos, pero sonrío de lado, acabando con otro rollito de primavera. Lana sabía que comía mucho más que Steve, que ya era decir.

- He hecho lo que me dejaste escrito. – Le empezó a explicar, mirándola fijamente, se iba a quedar dormida en cuestión de segundos. – Ejercicio, películas y socializar. Estaba mucho más tranquilo sin Steve por la ciudad.

- Te sigue buscando, ¿lo sabes? Piensa que te has ido del país. – Lana suspiró, apoyando la cabeza en el respaldo de la espalda. – Lleva casi un año sin verte, podrías dejarte ver un poco.

- No, todavía no.

- Lo sé, pero me siento fatal por Steve. – Lana fue a apoyarse en el brazo de Bucky, poniéndose bien en el sofá para quedarse dormida. – Creo que necesita más amigos. Y con Peggy como está... bueno, solamente me da pena.

Bucky se había quedado callado mientras masticaba, pero le puso el brazo real a Lana por encima, y esta lo cogió, sonriendo de lado.

- Además, qué egoísta soy. Te tengo para mí sola. – Lana no vio como Bucky se ponía igual de rojo que las flores que Lana había plantado en las macetas de IKEA situadas en las ventanas, estaba agotada, y solamente quería dormir.

- Ves a dormir.

Le hizo caso, y a los doce segundos, Lana ya estaba roncando levemente.

La miró unos segundos antes de sonreír para sí mismo, abrazándola más fuerte con el brazo real. Sí, definitivamente la había echado de menos. 

HEKATE [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora