XXVII

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·uno·

Veinticuatro de diciembre de 2015:

- Lana

- Steve

- A Rebecca le gustaban mucho las trenzas. Aprendí a hacerlas por ella, aunque las odiase.

- Mi piso tenía un armario enorme. No sé por qué lo he recordado.

- Lana tenía un armario enorme en su casa, quizá es por eso.

- Lana llega en dos horas. Debería ir preparando la casa.

Bucky dejó de escribir, mirando la libreta fijamente. Había accedido a escribir en las libretas por petición de su novia, que llegaba en menos de dos horas y todavía tenía la casa hecha un higo.

Se movió rápidamente hacia el sofá, quitando toda la ropa desperdigada que tenía de la semana, prometiéndose a sí mismo que esa misma noche bajaría un segundo a hacer la colada, seguramente a Lana no le importase esperar media hora a que la ropa mojada saliera de la lavadora.

Luego pasó a la cocina y suspiró, viendo los platos sucios que había dejado la noche anterior ahí, con restos de –sorpresa- fideos instantáneos. No había probado jamás una comida tan deliciosa, y mira que era totalmente procesada, y que seguramente a una persona normal no le sentase muy bien, pero como no era una persona normal, su cuerpo lo procesaba que daba gusto.

Esa noche no iban a cenar fideos instantáneos. Era navidad. Y si algo recordaba Bucky Barnes de sus navidades con su familia, era que se comía bien.

Tenía muchas ganas de contarle a Lana historias sobre la Navidad en su casa, con sus padres y su hermana, Rebecca. Había pensado mucho sobre Rebecca en esas fechas.

Pero no se paró a que la nostalgia acabase con él, no. Siguió limpiando platos mientras miraba hacia la ventana cubierta con papel de periódico, notando que el agua estaba fría con su mano de verdad.

A las dos horas, cuando Lana se disponía a salir de la puerta del aeropuerto, él estaba ahí, con su chaqueta verde, sus guantes, una camiseta beige y una bufanda que le cubría la mayoría de la cara. Lana levantó las cejas, sorprendida, y caminó hacia Bucky con media sonrisa.

Él la reconoció por la maleta y la camiseta que llevaba, por lo demás, simplemente no era Lana. Tenía la piel más morena de lo normal, y el pelo lo llevaba de color lila pastel, pero sus ojos grises eran iguales, y cuando lo saludó, su voz era la misma.

- Me reconocieron en el aeropuerto, tuve que cambiar. – Lana explicó, cogiéndole la mano derecha a Bucky, que asintió. – Mi plan era llegar aquí como yo, pero bueno.

- Está bien, al menos has llegado a tiempo. – Bucky la rodeó con su brazo, mientras Lana se cogía a su cintura. – Hay gente a la que le han cancelado el vuelo, acaba de empezar a nevar.

- ¿Qué? ¿Está nevando? – Lana abrió los ojos y sonrío, mirando hacia los enormes ventanales del aeropuerto. – Me encanta la nieve.

Dos horas más tarde, tras estar encerrados en el transporte público debido a las fuertes nevadas que asolaban la ciudad convirtiéndola en un copito de nieve gigantesco, Lana y Bucky se encontraban, al fin, en el decimoquinto piso del edificio donde este residía.

Lana, como siempre, iba sacando la lengua del cansancio, mientras su novio parecía ileso. Malditos súper soldados.

Bucky entró primero, y justo cuando se giró a cerrar la puerta, Lana volvía a ser Lana, con todo lo que esto conformaba. Sonrío, cogiéndole la cara y plantándole un beso unos segundos.

HEKATE [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora