XXXXI

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·vagón de carga·

Lana siguió a Steve por los pasillos de lo que había descubierto que era un enorme laboratorio, perteneciente a la hermana de T'Challa, Shuri, con la cual había interactuado poco, la verdad. Quizá se disculparía luego.

Estaba completamente ida, como si no se notara las piernas, iba totalmente por inercia. Y si había accedido a eso, era porque era lo mejor para ayudarlo. Ella, después de saber lo que tuvo que pasar, los controles mentales y esas palabras... ya no podía hacer nada más por Bucky, salvo dejarlo ir.

Steve paró antes de cruzar una esquina, girándose hacia Lana y mirándola a los ojos, suspirando.

Se quedaron mirando hasta que Lana apartó la mirada.

- Por favor, no lo hagas más difícil. – Steve se quedó en silencio, pero no la tocó, pese a que su mano casi se va hacia el hombro de la joven. Asintió, y comenzó a caminar de nuevo.

Los dos llegaron al laboratorio lleno de cristal, así que ninguno tenía que tener mala cara. Lo último que querían, era que Bucky los viese hechos una mierda por última vez hasta un momento indefinido.

Steve entró primero, sin mirar la cápsula que había justo delante de Bucky. En vertical, con aguantes, y con un mapa de calor que mostraba ya las constantes de Bucky. Un doctor se apartó de la vista del soldado, que miró hacia la puerta. Lana se había quedado mirando hacia la cuna de criogenización. Hasta que lo miró, y sonrío.

- ¿Sabes? Estoy empezando a preguntarme por qué los doctores de cirugía plástica no se dedican a criogenizar gente. – Lana preguntó en voz alta, acercándose a Bucky y sentándose a su lado en la camilla. – Salís todos como un queso.

Bucky la miró unos segundos antes de reír por lo bajo, mientras ella le daba con el brazo en la parte izquierda del abdomen. Steve los miró, y después miró la cuna.

- ¿Estás seguro?

Tenía que preguntar. Lana lo hubiese preguntado. No quería despedirse de Bucky. Si algo le sucedía mientras él estaba dormido...

- No puedo fiarme de mi mente. – Hizo una pausa, y luego se río de manera amarga. – De modo que, hasta que averigüen cómo sacarme esto de la cabeza, volver a dormir va a ser lo mejor. – Bucky asintió hacia Steve, y luego miró a Lana. – Para todos.

Los tres se quedaron en silencio. Steve se planteó si estaba inmiscuyendo en la mirada que se echaban Bucky y Lana. Había algo que no cuadraba.

- Sargento, cuando quiera. – Un doctor se acercó a ellos y Bucky asintió, levantándose de la camilla, dejando a Lana atrás.

- Espera, espera, espera, espera. – Lana se levantó y le cogió el brazo derecho, girándolo rápidamente y mirándolo. – Me da igual esperarte, como si son cien años. Me congelaré para no parecer una vieja.

- Lana, escucha

- No, que me escuches tú a mí. – Lana hizo una pausa. Todos los doctores y Steve les miraban. Sinceramente, se la sudaba. Cogió aire varias veces, intentando coger las palabras adecuadas. – Que te quiero, que no quiero a nadie más.

- Lana.

- Que me he enamorado de un soldado amnésico de los años cuarenta, convertido en asesino por Hydra. Viniendo de mí no suena tan raro, ¿verdad? – Bucky tuvo que reírse de Lana, y movió la mano derecha para tocarle la mejilla.

- Yo también te quiero. – La chica sonrío, y Steve se tuvo que morder el puño para no echarse a llorar en ese mismo momento. – Y es por eso por lo que quiero que hagas tu vida, y ya hablaremos cuando me despierte.

HEKATE [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora