XIII

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·horno·

Bucky Barnes jamás había estado dentro de un IKEA, ni siquiera sabía lo que era, pero tras tres horas estando detrás de Lana, aguantando un carrito lleno de chorradas que posiblemente no necesitaba, sabía que no quería volver jamás ahí dentro. Le había provocado ansiedad solamente el hecho de escuchar a Lana hablando sobre sofás y el tipo de estampado que quería. Por no hablar de su pequeño momento comprando cactus.

No tenía ni idea de cactus, solamente quería salir de esa nave industrial del demonio.

Había echado de menos Brooklyn, eso sí, pero prefería que en vez de un IKEA, hubiese estado la nave del puerto donde había trabajado de joven. Lana se había alegrado mucho al escuchar que Bucky había trabajado por ahí. Quizá por eso se había animado a comprar mucho más. Debería habérselo callado.

En ese momento se encontraba detrás de la chica en el Apple Store, una tienda demasiado blanca y moderna para su gusto, aguantaba su bolso con el brazo de metal, porque eso pesaba que daba gusto, y mientras, observaba a Lana de cerca, viendo a la chica probando un ordenador mientras tecleaba rápidamente, soltando ruidos de aprobación cada cierto tiempo.

Él quería volver a casa. Tirarse en su cama e ignorar a Lana durante lo que quedaba de día. Que no era mucho. De hecho, la tienda estaba iluminada por las malditas luces blancas mientras se podía ver la puesta de sol desde los enormes ventanales de la tienda.

Que, por cierto, era subterránea. Y tenía un cubo gigante como entrada, adornado con una manzana enorme. Bucky pensó que la gente del siglo XXI estaba muy mal cuando siguió a Lana por las escaleras.

La chica se giró con media sonrisa, justo delante del portátil más fino que había visto jamás, eso no aguantaría un golpe, pero no le dijo nada a Lana, puesto que seguramente lo iba a ignorar.

- Creo que me llevaré este. – Lana asintió, contenta mientras observaba a Bucky, que tenía cara de pocos amigos a su lado. Se había recogido el pelo en una coleta baja, y llevaba una gorra de color azul que un poco más y le tapaba toda la cara.

- Bien. ¿Podemos irnos ya? – Un empleado al parecer había escuchado su conversación, y se había acercado con una sonrisa de oreja a oreja. Bucky quiso arrancarle la sonrisa a base de puñetazos.

- ¿Puedo ayudaros en algo? – Sería un chaval de menos de treinta años, y Lana se giró para sonreírle, haciendo que el tío se le acercase más.

- Sí, quiero este. El mismo, misma capacidad, mismo color. – El hombre asintió, y le hizo una señal a Lana para que le siguiera hasta una especie de mesas de color marrón claro. Bucky los siguió con los brazos cruzados, la chaqueta le estaba empezando a dar calor.

- Espera aquí un segundo, ahora vuelvo. – Lana asintió y el tipo se fue de ahí, entrando a una habitación contigua, haciendo que los sentidos de Bucky se alertaran. ¿Y si era un guarda de Hydra camuflado?

- Ahora es cuando me trae el ordenador y la cuenta. Ya verás. Es todo tan caro aquí. – Lana denotó, sabiendo que se iba a dejar unos novecientos dólares en su nuevo ordenador. – Y tan blanco.

- Me he dado cuenta. – Bucky se sentó a su lado, sin dejar de controlar la entrada por la que el hombre se había marchado. - ¿Quién tiene un cubo como entrada?

- ¿No te has enterado? Apuestan por lo sencillo y minimalista. – Lana se echó atrás el pelo, haciéndose la snob. – Pero sí, tener un cubo como entrada no es para nada buena idea.

El vendedor acabó no siendo de Hydra, puesto que volvió con una sonrisa y el nuevo ordenador de Lana entre las manos, lo abrió delante de ella, hicieron comprobaciones de que iba perfectamente y ella pagó con tarjeta. Bucky ya estaba más tranquilo cuando Lana salió por delante de él del cubo.

HEKATE [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora