XXXXIII

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El tiempo transcuye con total normalidad. Hay meses que todo se hace lento, y otros en los que todo se pasa corriendo, pero al final, los meses pasan y se transforman en años.

En concreto, dos.

También pasan muchas cosas durante dos años. Hay gente que decide retirarse, irse a un lugar tranquilo, aunque vigilado. Unos deciden curarse. Otros, seguir trabajando en aquello que se les da bien.

Y algunos, se entrenan para convertirse en algo mejor.

Es el momento de volver a nuestra historia, y saber que, en el momento detonante en el que Lana comprendió que su existencia no era casi remotamente importante, se encontraba en Nueva York, mirando por la ventana con una sonrisa de oreja a oreja.

Todavía no sabía lo que iba a ocurrir en esas próximas semanas, que, sin querer, se transformarían en meses. Concretamente, en ocho meses.

- Eh, va, deberíamos hacer algo sorprendente y súper dramático, ¿qué te parece? – Lana preguntó, mirando hacia atrás mientras su maestro miraba por la ventana, ambos estaban viendo cómo un hombre rubio y fornido miraba hacia donde habían estado.

Seguramente no los podría ver desde la ventana, tenían un millar de hechizos de protección, así que no había problema.

- No, no vamos a hacer nada sorprendente y dramático, ¿qué edad tienes? – Su maestro negó con la cabeza, mirándola con una ceja levantada mientras Lana ponía cara de pena. – Porqué eres así.

- Primeramente, no soy tan mayor, acabo de cumplir los treinta años. – Lana se levantó del sillón de la ventana, mirando una última vez hacia Thor. – Y si no fuese así, este sitio sería una birria.

- Cómo te gusta ahondar en la herida que somos solamente dos.

La voz de Stephen Strange era tan monótona como siempre. Tenía un humor muy extraño, y una perilla muy cutre, pero Lana había aprendido a tenerle cariño. Le había enseñado las artes místicas durante esos dos años.

No era muy buena en ello, pero podía hacer cosas guays. Y tenía unas botas que la podían hacer volar por toda la habitación, creando pequeñas plataformas naranjas que la aguantaban. Y, obviamente, seguía teniendo su maravilloso camuflaje dinámico, aunque su traje estuviese hecho una pena.

Dos golpes sonaron en la puerta, y Strange miró hacia Lana con media sonrisa antes de desaparecer, su capa saliendo volando hacia él rápidamente. Lana simplemente comenzó a caminar hacia la entrada, situada en la planta baja.

Ese lugar, la casa donde Thor había ido a parar y dónde habían citado a Lana haría unos años, era de lo más extraña. Estaba llena de artefactos muy antiguos y que albergaban un poder espectacular, pero eso Thor, que miraba confuso tras haber sido transportado al interior de una estancia oscura y con un enorme ventanal redondo, no lo sabía.

- Thor, hijo de Odín.

Lana pudo escuchar eso desde el ventanal, situado en la parte superior, donde su maestro flotaba con una capa, tapado por el contraluz.

- Bien, algo dramático. – Lana comenzó a subir las escaleras rápidamente cuando Strange empezó a flotar por el hueco de la escalera, dirigiéndose a su invitado, que lo recibió mientras movía hacia él un paraguas bastante extraño.

- Dios del Trueno.

Lana miró hacia el lado de las escaleras, justo en la barrera, y pegó un salto hacia el otro lado, pero en vez de caer cinco escaleras, se quedó en el aire, subida en una pequeña plataforma holográfica de color naranja. Thor no la podía ver, pero ella a él sí.

HEKATE [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora