XXXI

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Lana se notó terriblemente extraña sentada en la primera fila de la iglesia, tenía a Sam al lado, y ambos le habían guardado un sitio a Steve, que cogió la mano de Lana mientras miraba hacia adelante, viendo el ataúd donde iría enterrada Peggy.

Iba vestida con un vestido hasta la rodilla con una falda de tubo y un escote de barco que mostraba la clavícula de Lana, que llevaba su pelo recogido en una coleta alta que caía por su lado izquierdo.

Steve había estado llorando la mayoría de tiempo que habían pasado en el jet privado que habían cogido, mientras Lana y Sam se hacían los dormidos. O eso pensaba él, ya que ambos lo habían escuchado y habían expresado la preocupación por su amigo minutos antes de entrar a la iglesia de Londres donde se encontraban.

- Y ahora, querría que subiera al púlpito Sharon Carter y dijera unas palabras. – Lana abrió los ojos como platos mientras soltaba la mano de Steve, que la miró curioso antes de que ella le diese un golpe en el brazo disimuladamente, haciendo que mirara hacia arriba, de repente, su cara cambió, como si se hubiese dado cuenta de algo.

Esa tía era la que le espiaba. O al menos, la que era enfermera, pero luego resultó ser agente secreta.

Lana no la había visto nunca, pero sabía que se hacía llamar Agente 13. Bueno, cuando ella también se llamaba Anarquía y trabajaban juntas en S.H.I.E.L.D. Lana y ella se miraron un segundo, ambas confusas.

- Margaret Carter era para muchos la fundadora de S.H.I.E.L.D. Para mí, ante todo, era tía Peggy. – Lana ladeó la cabeza y se miró con Sam, que tenía la misma expresión que ella, Steve miró al suelo con media sonrisa, como si se lo hubiese esperado. – En su despacho había una fotografía, la tía Peggy junto a JFK, yo de niña me emocionaba, pero era imposible estar a su altura, por eso nunca dije que éramos parientes. – Steve levantó las cejas rápidamente, bajándolas casi al instante. – Una vez le pregunté cómo logró ser una autoridad en la diplomacia y en el espionaje en una época en la que casi nadie aceptaba que una mujer brillase en ese campo. Ella me dijo: comprométete cuando puedas, pero cuando no puedas, no lo hagas. Aunque todos a tu alrededor te digan que algo malo es bueno, y aunque el mundo entero insista en que te muevas, tu deber es permanecer firme como un árbol, mirarles a los ojos y decir; no, moveos vosotros.

Unos minutos más tarde, Lana y Sam estaban sentados en un banco de la iglesia, mirando hacia la verja que separaba la enorme estructura religiosa del mundo real, pasando por un enorme cementerio donde Peggy Carter descansaría hasta el fin de los días.

- ¿Tienes claro qué vas a hacer? – Sam le preguntó, y Lana se giró para mirarlo, seria.

- Sí. No firmo. – Lana sonrío de lado. – Si alguien necesita mi ayuda voy a ofrecérsela, aunque sea ilegal. – Hizo una pausa. – Si firmo y ayudo a alguien a salir de una pelea, me detienen por no haber esperado el visto bueno de la ONU, si no firmo, bueno, cosas peores me podrían pasar.

- Creo que tenemos la misma visión. – Sam sonrío, mientras Lana se apoyaba en su hombro, suspirando. – Pero no me gusta el hecho que estemos separados en esto con los demás.

- Steve tampoco ha firmado. Nosotros tres contra el mundo. – Lana sonrío, mirando hacia el cementerio. – Siempre podemos irnos a Hawaii a luchar contra unos mojitos.

- Oh, esa visión me gusta más. – Lana se quedó callada mientras veía a una pelirroja salir de la iglesia, y la chica se levantó, mirándola fijamente. - ¿A dónde vas?

- Es Natasha, voy a ver qué hace aquí.

Lana se acercó hacia Nat caminando lo más rápido que sus piernas con tacones y vestido pegado al cuerpo le permitían, acercándose a Natasha Romanoff con un paso muy extraño, mientras la gente la observaba.

HEKATE [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora