Capítulo 30

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Nos quedamos viendo películas hasta las once y media de la noche, y, a pesar de que me levanté tarde, mis ojos comenzaban a cerrarse.

- Hey. - Le digo con voz suave y empujo levemente a Noe, que también se estaba quedando dormida. - Vete ya, anda, que es tarde... - Bostecé.

- Eh... Sí, sí... Adiós... - Noe se dirigió hacia la puerta medio adormilada y se fue.

Fui hacia el DVD que estaba justo debajo de la tele, para sacar la película y ordenar un poco todo aquello antes de irme a dormir. Por fin apagué la tele y quedó todo a oscuras. Cuando me iba a dar la vuelta noto y veo la silueta de alguien delante mía y no puedo evitar dar un grito.

- Shhhh, cállate, que hay gente durmiendo. - Puedo sentir que es Rubén, y éste me tapa la boca. - Ya era hora de que apagarais la maldita tele, uno no puede soñar tranquilo con tanto ruido. - Dice indiferente. Estoy empezando a notar que verdaderamente Rubén está un poco afectado... Pero es que no le veo sentido alguno, es una maldita tontería...

- Joder, pues no vayas dando sustos por ahí. - Contesto poniéndome la mano en el pecho para controlar mi respiración. - No te preocupes, ya me voy a dormir. - Puse el mismo tono.

Después de esto me fui a la habitación de Rubén, y no oí como él se iba a su cuarto... Así que supuse que se quedaría en el salón, pero no sé para qué.

Me puse el pijama que estaba encima de la cama, que estaba echa. Me lo puse rápido para no pasar frío en esos tramos de desnudez. Abrí la cama y me metí rápidamente en ella para acurrucarme lo más raramente que pude. En estos momentos odiaba el invierno. ¿Por qué? Muy sencillo, por algo que, seguramente, todo el mundo odia. Los pies fríos.

Tras ponerme cómoda de una santa vez, logré caer en ese trance nocturno también conocido como dormir.

***

Sábado. Había pasado un día entero con Noe sin ver a mi madre, y para algo ha venido a verme, así que me vestí muy sencillamente para hacerle una visita. Me puse un top negro de tirantes por dentro de un pantalon ajustado vaquero azul oscuro, y, naturalmente, me puse una camisa larga y suelta de cuadros rojos y azul marino. De zapatos opté por mis vans con un poco de plataforma totalmente negras. También me puse mi gorrito de lana negro caído. Me maquillé muy poco y estaba lista para irme. 

Salí de la habitación, y Rubén aún no se había despertado, así que decidí no hacerlo yo misma. Me fui de su casa y me dirigí a mi portal.

No me había olvidado de James, pero no voy a dejar que me fastidie mis momentitos con mi madre. Que le den. Timbré y me atendió James.

- Eh, soy yo, Celeste. Vengo a ver a mi madre. - Dije segura y decidida.

- Oh, pasa pasa. - Puso un tono raro.

Me abrió y subí. Cuando empujé la puerta para poder pasar pude observar que mi madre, quizás aún no se haya despertado.

Me dirigo al salón y allí está James sentado mirándome fijamente.

- ¿Y mi madre? - Pongo con cara de "qué pesadez" por que ya me sabía toda la historia.

- No está, se ha ido a comprar.

- ¿En serio? - Suspiré. - ¿Y por qué cojones no me lo dices antes de subir? ¿Tú eres gilipollas, o qué? - Pregunté molesta. - Paso, me voy.

Me dirigía a la puerta pero él me cogió del brazo y me detuvo. Hizo un movimiento raro y me sentó en el sofá.

- No hace falta que te vallas. - Se sentó a mi lado y se fue acercando más y más a mí. - Si quieres... - Empezó a acariciarme la rodilla. - Podemos esperar a que venga...

Tú eres mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora