Rubén
En toda la noche no había dormido nada... Por una sencilla razón; hoy volvía Celeste. Estaba nervioso, o quizás tenía miedo, quizás tenía miedo de que nada más llegase viniera a por mí a darme una hostia, la veo capaz de hacer eso. Por otro lado, ni siquiera podría mirarle a la cara, que debería de ser justo todo lo contrario, es SU culpa.
Tenía los ojos fijos en el techo, eran las siete y media de la mañana, hacía muchísimo tiempo que no me despertaba tan pronto. Decidí levantarme de la cama de una vez por todas. Fui a desayunar, a pesar de que no tenía mucho apetito. Me llegó un mensaje de Amaia que leí mientras me tomaba un batido de chocolate.
Amaia: A las 8 te quiero arreglado y vestido en la puerta de tu casa.
Yo: ¿Para qué -.-? Qué pereza...
Amaia: Haz eso. ¿Estás preparado?
Yo: No, y lo sabes perfectamente.
Amaia: Vale, pues por eso mismo, como muy tarde a las 8:30. ¡Venga, vete a vestirte!
Esta mujer... Me daba muchísima pereza ir a vestirme, así que me puse a usar el ordenador, a jugar un poco a gilipolleces y a revisar mensajes basura del correo -sep, hasta ese punto estaba de aburrido...-
Amaia timbró, mierda. Miré la hora y eran las ocho menos cuarto. Qué pronto. Fui a abrirle y a prepararme para la bronca que estaba a punto de caerme.
Abrí la puerta y ella estaba con una sonrisa de oreja a oreja, pero, me miró de arriba a abajo y esa sonrisa desapareció, y se convirtió en un rostro de pesadez. Sin decir nada me agarró del brazo y me llevó hasta mi habitación. Me sentó en la cama y comenzó a buscar ropa en mis armarios como si fuera su casa. Yo me crucé de brazos y comencé a gruñir como un niño pequeño. Ella me dirigió una mirada asesina y me puse recto en la cama y formalmente. La ropa que había escogido la posó encima de la cama y se dirigió a mí.
— Vas a lavarte y cuando acabes vas a vestirte. — dijo seria y se fue de la habitación.
Fui al baño. Me duché y me lavé el pelo. Después me lo sequé y salí de la ducha con la toalla enrollada. Amaia estaba tan cómoda en el sofá mirando su móvil esperándome.
Me vestí; me puse unos vaqueros oscuros, junto a una camiseta de manga corta blanca con un dibujo en negro, rojo y gris en el centro y mis zapatos negros. Busqué una gorra, pero precisamente la que quería no estaba, y entonces me di cuenta de que la gorra que buscaba era la que le había regalado a Celeste... Mierda. Ya puedo despedirme de esa gorra. Seguro que ya la habrá tirado... Me "peiné". Simplemente me puse el pelo hacia arriba y salí de la habitación.
— ¿Contenta? — sonreí levemente. Ella me miró de arriba a abajo aún sentada en el sofá.
— Sep. — Sonrió también. Me senté a su lado. — a las nueve y media nos vamos al aeropuerto. — suspiré.
— ¿Cómo te enteras de todo? — pregunté sorprendido.
— Pues investigando. Mira, primero fui a Alex, después Alex fue a Noe, que como ya sabes es una gran amiga de Celeste, y ella le dijo a Alex, y él me dijo a mí. Sencillo. — sonrió victoriosa.
— Te montas unas películas increíbles... Sabes que no tengo ninguna gana de ir...
— Pero, vamos a ir. Es sólo para que la veas y recapacites.
Miré hacia el techo y apoyé mi cabeza en el respaldo del sofá.
— Está bien...
Celeste
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Tú eres mi destino
RomanceCeleste Martínez es una chica de 21 años, de pelo anaranjado, ojos verdes claros, no demasiado alta, pero tampoco muy bajita y cuerpo esbelto. Estudia audio visuales para poder ser algo en esta vida. Aunque a ella ya le vale con tener un título, no...