Pasó el mes ya, y durante todo este tiempo, Rubén y yo nos comunicamos poco o casi nada. Había quedado de vez en cuando con Noe y Alex, pero la mayor parte los días me los pasé encerrada en casa.
Dentro de cuatro días es oficialmente navidad, y eso quiere decir comidas en familia...
Era mediodía, así que me preparé algo.
Fui a la cocina, abrí la nevera y estaba literalmente vacía, solo había zumo y una poca de agua. Mire en varios armarios, pero tampoco había nada. Tenía que hacer la compra, pero ahora mismo no tenia ganas así que me puse algo de ropa abrigada para salir a la calle, cogí dinero, el suficiente como para comer yo sola, y busque un restaurante que me quedara cerca de casa para ir a comer algo.
Salí a la calle, y eso estaba repleto de gente. Era un puñetero agobio. En Madrid, y sobre todo en épocas de Navidad, siempre está a rebosar de gente. Levantas una piedra, y de ahí salen cien personas más.
Caminaba haciéndome paso entre la multitud, pero una mano me agarró el brazo. Me giré a ver quién era, y en lo primero que me fijo es en los ojos de aquel chico, y bajo y subo constantemente la mirada, para observar bien al joven, me doy cuenta de que era Rubén.
- Jo, que puto susto me has dado, pensé que eras un violador pero bueno, te acercas mucho. - Le "saludé" .
- OH, gracias. Tú no me saludes ni nada, anda que ya podrías haber ido hacia mí y saludarme como es debido.
- ¿Cómo quieres que te vea con la cantidad de gente que hay por aquí? En fin, tengo hambre, tienes algo importante que decirme, ¿o ya me puedo ir? - Cambié de tema.
- ¿Vas a comer? Pues vamos, y hablamos que te tengo que contar muchas cosas.
- No puedo, solo he traído dinero para una personita y tal.
- No importa, invito yo. - Expresó sonriente.
Suspiré y nos pusimos en marcha hacia un restaurante que había en frente. Comenzó a llover, así que, naturalmente, comimos dentro. También estaba abarrotado de gente. Cada vez me estaba empezando agobiar más.
Nos sentamos y nos trajeron la comida y lo que habíamos pedido y comenzamos a comer. No se como narices Rubén había conseguido comer conmigo. Después de casi dos puñeteras semanas sin comunicarme de ninguna forma con él, ahora me encuentra porque sí y me invita a comer. Claro que si, una cosa de lo más normal.
- ¿Qué se supone que tenías que contarme? - Rompí por fin ese "silencio" entre nosotros, ya que por lo que es el restaurante en sí, producía un ruido con murmullos y más murmullos un tanto insoportables.
- Te acuerdas que... Hace un tiempo te dije que una amiga venia dentro de un mes y medio... Pues viene mañana.
- Pero, si no ha pasado el mes y medio si quiera.
- Ya, pero ayer estuve hablando con ella y me dijo que viene mañana. Y me puse muy nervioso, porque no tengo nada preparado y... No se como va a reaccionar cuando le pida que... Sea mi novia.
Me quedé perpleja cuando mencionó esas palabras. Y abrí los ojos como platos.
- Es... Estás de coña, ¿no? - Pregunté nerviosa y con miedo con una pizca de celos y enfado.
- No, Celeste, estoy hablando muy en serio.
Me estaban pinchando el corazón miles de agujas con ayuda de pequeños diablos que estaban diciendo demasiadas cosas malas en mi mente.
- Que te den Rubén. - Eso fue lo último que dije y salí del restaurante corriendo y verdaderamente, muy enfadada.
Me dirigí a casa y cuando llegué, estaba echa una fiera, y me puse a romper a lo diestro y siniestro la vajilla de la cocina y el salón. Cuando acabé me di cuenta del desastre que había echo, cogí la escoba y lo limpié todo, después de unas horas de haber descargado mi furia e ira, recibo una llamada de mi madre.
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Tú eres mi destino
RomanceCeleste Martínez es una chica de 21 años, de pelo anaranjado, ojos verdes claros, no demasiado alta, pero tampoco muy bajita y cuerpo esbelto. Estudia audio visuales para poder ser algo en esta vida. Aunque a ella ya le vale con tener un título, no...