Capítulo 39

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NARRA CELESTE

Me desperté, por culpa de mi teléfono, a eso de las nueve y media de un domingo... Bueno, iba a tener que ir acostumbrándome a los horarios para la universidad, que rollo.

- ¿Qué pasa? Me has despertado... - Contesté. Era Noe. Me resultaba raro que estuviera despierta tan pronto un domingo, y más sabiendo aún que la noche anterior salió de fiesta, y supongo que hasta muy tarde...

- Taco... ¿Podemos hablar...? - Preguntó con la voz ronca.

- Noe, me estás asustando, a ver, habla.

- Pero por teléfono no... ¿A la hora de comer puedo ir ahí?

- Bueno, claro, para gorronear comida.

- Taco, por favor, tómate esto en serio, es importante...

- Oh, dios mío... Vale, pero si mal no recuerdo estoy un poco 'chof' aún...

- Venga, pues a las dos y media me paso por ahí. Adiós. - Se despidió de mí un poco seca.

Suspiré.

- A esta chica le importa un mismísimo pepino lo que yo le diga. - Me dije a mí misma.

Pretendí volver a dormir, pero que no, que no pude. Quise maldecir a Noe por eso.

Decidí levantarme y ponerme presentable.

Me di una ducha rápida, y cuando acabé me dispuse a cepillarme el pelo y arreglármelo un poco.

Salí del baño, al final con una coleta alta, porque mi pelo estaba demasiado revoltoso y no tenía ganas de perder tiempo cuando podía dedicarme a algo más importante una mañana... Como por ejemplo jugar a la Play. En fin, cogí ropa del armario limpia para ponerme.

Me puse una camiseta bastante larga, de manga corta y suelta, que parecía un mini-vestidito, negra con el detalle de pequeñas coronas blancas colocadas por toda la prenta aleatoriamente, junto con unos vaqueros azul claritos que se ajustaban perfectamente a mis piernas, y por zapatos opté por mis Vans negras, pero sólo si iba a salir, porque no hay mayor comodidad que mis zapatillas...

Me pasé toda la mañana, como dije, jugando, pero alternando entre la Play y el ordenador. Cuando quedaban unos quince minutos para que llegase Noe, me puse a hacer la comida. Lo sé, no me iba a dar tiempo a hacerla antes de que ella llegara, pero no hay ninguna prisa, así que, fuera.

Decidí hacer pasta, que siempre apetece y a mí me encanta. Si pudiera alimentarme todos los santísimos días a base de pasta, créeme que lo haría.

Llegó Noe, llamó y la fui a abrir. Subió y en el primer momento en el que le abrí la puerta y vi su cara, supe que le pasaba algo. Ésta de repente se tiró, literalmente, a mis brazos y me dio un fuerte abrazo. Yo, lógicamente, lo correspondí perpleja, porque no sabía que estaba pasando.

Nos sentamos en el sofá y no hizo falta que dijera nada para que ella me empezase a contar lo que había ocurrido.

- A ver... Esto es... Difícil de explicar. - Suspiró. Yo fruncí el ceño. - En fin... Ayer, como bien sabes, salimos de fiesta, yo, Rubén y... Y Alex. Bueno, pues que es un hijo de la gran perra, eso es lo que pasa.

- ¿Qué? ¿Por qué? - Pregunté sorprendida.

- ¡Ayer se estaba morreando con dos zorras delante de mis narices, joder! - Gritó alterada.

- Eh, tranquila, baja la voz... Cuéntame con más detalle.

- Si es que no hay más detalle que contar, eso fue así, y punto. Que no puede estar quieto un poco...

Tú eres mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora