Capítulo 34

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Al principio no vi muy claramente a la persona, solo pude ver una silueta negra, y me asusté un poco, pero después se me aclaró la vista y me fijé bien en la persona.

Era un hombre, de pelo castaño y alborotado, ropa empapada e informal, y sus ojos... Sus ojos eran una mezcla de tonos marrones y con algún toque de verde, preciosos. Entonces miré una última vez de arriba a abajo al muchacho que estaba delante mía. Era Rubén. ¿Qué cojones...?

- Joder, Rubén, que maldito susto me has... - Quise seguir hablando, pero él me interrumpió.

Se acercó a mi de golpe, me agarró el rostro con sus manos, y me dio un dulce y largo beso en los labios. Yo tenía los ojos abiertos como platos, sorprendida por lo que estaba pasando ahora mismo.

Al fin me dejó libre, y los dos pudimos tomar aire.

- Dicen que cuando te enamoras haces muchas tonterías, en mi caso son más de lo normal, pero mírame - Se señaló el cuerpo de pies a cabeza con las manos. -, estoy completamente empapado, y solo por ti.

- Ru... Rubén... ¿Has venido desde Madrid, solo para darme un puñetero beso?

- No, tonta, he venido desde Madrid, para que me perdones por ser tan gilipollas, y para que sepas que yo sólo te quiero a ti. Tu eres mi princesa, y un príncipe, que se supone que soy yo, - hizo gestos raros con las manos. - No puede estar sin su princesa. Porque eso es lo que eres, porque, para mi, lo eres todo, eres perfecta, y eres la mejor.

- Joder, Rubén, que bonito, que me vas a hacer llorar... - Mis ojos ya comenzaban a soltar pequeñas lágrimas, no asimilaba lo que estaba oyendo. - Esto parece sacado de una película, en serio, aún no me lo creo, esto...

- Te quiero, princesita, y quiero que seas mi cosita especial. Te quiero para mí solo. - Suspiró. Yo lo miré extrañada. - Celeste Martínez, lo que te estoy pidiendo, es que seas mi novia. - Abrí los ojos como platos, ya me lo veía venir...

Estuve unos minutos en silencio, pensando en lo que me había dicho Rubén.

- Rubén, necesito pensarlo. - Dije al fin, seriamente.

- Está bien, no te preocupes. - Agachó la cabeza triste, y después la levantó y me miró divertido. - Pero, ¿es obligatorio que me vaya...? Es que he traído las maletas, porque pensabe que... - Y calló de repente.

- Ya, bueno. - Suspiré. - Supongo que te podrías quedar hoy y mañana aquí.

- Vale, gracias. - Dicho esto se fue hacia un coche que había aparcado en la calle, del que sacó sus maletas. Vino de nuevo hacia mí. Se quedó delante mía parado unos segundos, mirándome fijamente, y por fin dijo algo. - ¿Puedo pasar?

- Dios mío, que tonto eres. Claro, hombre. - Le decí el paso. 

Él dejó sus maletas al lado de las escaleras.

- ¿Dónde dejo mis maletas? - Preguntó mirando la decoración de la casa.

- Pues, por ahora, las vas a dejar en mi habitación. - Contesté.

Él me miró con picardía en sus ojos.

- ¿Eso significa que voy a dormir contigo? 

- Sí, no quiero que molestes a mi madre. Pero como me toques mucho las narices, ten fe, de que duermes en el suelo. - Solté. ¿Desde cuándo me había vuelto tan... Tan... Tan así con él? Oh, ya me acuerdo, desde que se volvió un completo gilipollas.

- Oh, por eso no te preocupes. - Se acercó peligrosamente hacia mí. - Estate segura de que antes de esta noche, ya eres solo mía. - Susurró dirigiendo su mirada a mis labios. Tan sólo unos milímetros nos separaban.

Tú eres mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora