45: 1 dios + 1 dios = ?
La tienda estaba adornada de globos multicolor, llenos con gas helio que los mantenía a flote. También contaba con guirnaldas de papel, las cuales iban colgando de cada esquina del techo hasta la entrada principal, enredándose en las rejas de metal. Un gran cartel de BIENVENIDOS se podía apreciar en la parte superior del aviso luminoso junto a otro que decía IGNAUGURACIÓN.
—Hiciste un bonito trabajo —lo felicité, haciéndome a un costado para que la clientela siga su curso—. Pensé que sería un desastre cuando me dijiste que no podías encontrar personal.
Lacus suspiró aliviado, asintiendo. Habíamos planeado la apertura de su tienda desde hace tanto tiempo que era increíble ver que nuestro esfuerza había dado sus frutos. El gran día había llegado y todo salía a la perfección. El número de empleados correcto, la mercadería sin ningún desperfecto y la atención total de la clientela.
—Tuve un par de líos que tuve que resolver —me comentó, apoyándose sobre mí—. Disculpa si no te pude contactar en esas dos semanas.
—¿Qué sucedió?
—Cosas —divagó—. Nada importante.
Mientras charlábamos en la puerta, supervisando la atención de los nuevos trabajadores, volvimos al tema de Yuichiro. Le aseguré que estaba más que seguro que mi dios estaba actuando de esa forma adrede. Necesitaba sorprenderlo y hacerle perder la cabeza con una muy coqueta jugarreta. El apoyo de Lacus era esencial, pues muy pronto nos estaríamos yendo de campamento y sería la oportunidad perfecta para demostrarle mis varoniles encantos.
—Podrías tener una cena romántica bajo la luz de la luna —me aconsejó—. Creo que sería muy tierno si le preparas una merienda especial, le pones las velas y le traes una botella de champagne. La descorchas, harán un brindis y tendrás el ambiente ideal para un alocado beso... —hesitó, sonrojándose—. Y algo más salvaje.
—Suena como una idea sacada de una revista —gruñí—. Además, se te olvida un pequeño detalle: ustedes. No vamos a estar solos. Y te mandé un mensaje sobre lo que Ferid tenía en mente —me llevé la mano a la frente, exasperándome—. Él tratará de encamarse con Yuichiro entre los arbustos.
—¡Bah! Ese es el obstáculo que no debería preocuparte —me aseguró confiado—. ¿Recuerdas el libro que leíste? Me comentaste una de las historias del amigo del autor.
—Ajá... ¿Qué tiene que ver con eso?
—Menciona que tienes que ser un hombre astuto con la inocencia de una doncella —replicó, formando una aureola imaginaria sobre mi cabeza—. Pretende que te perdiste y tendrás a Yuichiro para ti solo.
Sonaba descabellado. Me daba mala espina, pero a la vez, sabía que sería esplendido tener todo el tiempo del mundo para lograr mi cometido. Tendría a Yuichiro a mi disposición sin interrupción de nadie. Y me desbandaría.
—¡Ouch! —berrearía cuando me tropiece con una raíz.
—¿Qué sucede, cariño mío? —Yuichiro me llamaría con una voz masculina de muchachote semental de pecho rasurado con aliento de menta fresca—. ¿Te encuentras bien?
—¡Yuichiro! —gemiría con los brazos extendidos y lágrimas en mis ojos—. Creo que me torcí el tobillo.
—¡Mi amor!
Él vendría a mi rescate con su larga cabellera azabache, me levantaría como todo un príncipe y me colocaría en su corcel blanco. En el trayecto, me dedicaría poemas de amor y me lanzaría todo los cumplidos existentes hasta llegar al castillo. Nos desnudaríamos y me embestiría como una bestia salvaje hasta dejarme paralitico. Y para Navidad, de un chasquido mandaría a Ferid a Neptuno para que le vuele la cabeza y danzaríamos, cantando villancicos.
Supongo que suena muy fantasioso.
Tachen eso.
En la noche, prendería una fogata y cenaríamos juntos. Lo podría alimentar y él me llamaría por un adorable sobrenombre. Luego vendría el brindis, nuestro apasionado beso que dejaría marcar por toda mi piel, la lujuria se desbordaría de nuestros poros y terminaríamos haciendo el amor bajo las estrellas. Al día siguiente me pediría para ser exclusivos y Ferid llorará por el resto de sus días. Y me aseguraré de tirarle el ramo de flores cuando nos casemos... ¡Espera un segundo! Yo no acepté usar el vestido...
—¡Mikaela! —chilló mi hermano—. ¿Me estás escuchando, sordo de mierda?
Ni bien volví a la realidad, Lacus pareció levitar por el aire. Dos brazos lo sostuvieron con fuerza del pecho y lo apretujó a su antojo. Mi hermano se veía igual de sorprendido y comenzó a chillar, pataleando para que lo bajasen de inmediato. Un muchacho mucho más alto que el de cabellera negra lo soltó y le acarició la cabeza.
—¡R—René! —tartamudeó con una voz aguda—. Te he dicho que no hagas este tipo de cosas sin mi permiso.
Aquel hombre solo parpadeó, ignorando su comentario y se volvió hacia mí con curiosidad.
—¿Quién es él? —señalé con el índice—. No lo había visto antes.
Lacus se pasó la mano por la cabellera con un semblante intranquilo. No dejaba de golpear la suela de su zapato contra el piso, tampoco me respondió cuando le pregunté una segunda vez. Él se llevó sus dedos al puente de la nariz y exhaló.
—Mi nombre es René —me saludó estrechando su mano—. Estoy trabajando en la tienda de Lacus.
—Mucho gusto. Soy Mikaela —le devolví el gesto, mirándolo de pies a cabeza—. Su hermano.
Había algo más que escondían, lo podía oler. Para comenzar, mi hermano odiaba prestar sus objetos personales. Y René vestía con una de sus camisas favoritas, también usaba los mismos jeans que le regalaron la Navidad anterior y el par de zapatillas fueron recibidas durante su cumpleaños. Lo que más me llamó la atención fue el momento en que vi sus ojos. Sus pupilas eran diminutas. Casi carecía de ellas.
—Sí, Lacus me comentó que tenía un hermano menor —comentó casualmente—. Yo también tengo uno que no veo hace años.
—Ya veo. ¿Y cómo se llama? —inquirí un tanto curioso.
—René, ¿no deberías ver cómo están atendiendo a nuestros queridos clientes? —intervino Lacus, dándole leves empujones—. Es un día importante.
—Sabes que con tan solo un chasquido de dedos estaría todo resuelto —se volvió hacia él con una amplia sonrisa. René miró en mi dirección—. Supongo que nos veremos luego, Mikaela.
—Claro.
Lo vimos marchar, adentrándose en el local para comenzar a dirigir a sus ayudantes. Lacus y yo continuamos con nuestra conversación y me prometió que el plan funcionaría. La charla no duro mucho porque tenía que recoger a Yuichiro del trabajo. Me despedí de ambos y salí corriendo a parar un taxi.
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¡Mi dios es un ladrón de dulces!
Fanfiction[MikaYuu x YuuMika] "¿Sabe que acaba de cometer un delito?" Yuichiro esbozó una sonrisa, le arranchó las donas al oficial y chasqueó sus dedos. "¿Y usted sabía que ahora comerán zanahorias?" Frente a los dos hombres, ahora había tres conejos. "¡Po...