49: ¿Qué onda con el salero?
Se me era imposible continuar. Desvié la mirada de la pantalla, ignorando la reciente batalla entre ambos bandos y me sumergí en mis desesperantes pensamientos. Cualquier cosa que hiciese, la imagen de Yuichiro no cesaba de correr por mi mente. El contorno de su cuerpo, la masculinidad de su rostro cuando sus pupilas hicieron acto de presencia.
El mes de Octubre se pasó en un abrir y cerrar de ojos al igual que Noviembre. Como habíamos planeado, la fiesta de disfraces para los niños había sido un éxito. Aunque no pude hacer mucho por mi pierna, nos entretuvimos alegrándoles la tarde. Al fin de cuentas, optamos por ir vestidos de artistas musicales. Lamentablemente, me mantuve en silla de ruedas hasta que me dieran de alta. Desde ese entonces, hasta comienzos de Diciembre, no ha sucedido mucho en el campo de la seducción. Todo lo contrario, Yuichiro no se me insinuó ni una sola vez ni me hablaba de lo que sucedió en la cueva. Era como si no hubiese pasado absolutamente nada. Y eso, me encabronaba porque no apaciguaba mis dudas.
¿Le gustaba a Yuichiro de esa manera especial o se había dado por vencido? En el peor de los casos, ha podido perder el interés. No me hacía caso, ni parecía querer besarme cuando me acercaba a sus labios. El maldito me estaba evitando adrede. ¡Ah! Me quería jalar los pelos.
—¿Mika? ¿Estás bien?
Su voz me sacó del trance. Me encontraba en la esquina del sillón en posición fetal, abrazando mis piernas como un enfermo mental. Viré en su dirección con una media sonrisa que posiblemente denotaba mi frustración, pues Yuichiro tildó su cabeza ante mi expresión. A paso lento, depositó nuestra merienda sobre la mesita de café y se recostó a mi costado, aproximando su rostro al mío cuando me enderece.
—Todo bien. Me dio un poco de sueño, eso es todo —aseguré con pereza, pasándome los dedos por mi cabellera.
—Ah... Con razón la película está adelantada —replicó, tomando una vela larga decorativa. La presionó como si tuviese botones—. ¿Quieres que retroceda la película o prefieres ver otra cosa?
Lo miré perplejo.
—¿Qué haces? El control de mando está debajo de uno de los cojines.
Yuichiro dio un pequeño brinco, soltando la vara de cera.
—T-tienes razón. Me confundí —rió entre dientes.
Solo atiné a encogerme de hombros por su torpeza. Al disponernos a comer, Yuichiro había traído dos cuchillos y el exprimidor de limones. Por ningún lado había tenedores o una miserable cuchara. Levanté los platos, abrí las servilletas de papel. Nada.
—¿Pretendes que comamos con un exprimidor? —inquirí un poco irritado. No tenía ganas de andar bromeando cuando estaba teniendo una crisis amorosa.
—¡Ay! Discúlpame. Tal vez tuve uno de esos episodios tontos. Los traeré en seguida.
Al finalizar la cena y nuestra noche de horror, Yuichiro apagó el televisor y retiró los trastes, llevándoselos a la cocina en la bandeja de plástico. Escuché correr el agua del grifo, los platos chocándose entre sí con suavidad y un silbido. Al encaminarme por el pasillo, me mantuve bajo el umbral de la puerta y contemplé a Yuichiro, vistiendo su mandil preferido con un par de guantes amarillos hasta los codos. Se había vuelto un dios servicial.
—A ella le gusta duro contra el muro, duro sobre la lavadora —canturreó, moviendo sus caderas.
Si sus gustos musicales también cambiasen...
Una vez que todos los recipientes estaban de vuelta en la alacena, Yuichiro colgó su mandil junto a sus otros accesorios y salió con una sonrisa triunfante. Nuestras miradas se cruzaron y él se pasó de largo.
—Yuu... —llamé por lo bajo.
Él no me había hecho nada. Me había sonreído. Pero había algo que no encajaba. No podía sacarme ese sentimiento que recientemente, él me estaba evitando o rechazando mis avances. No es normal que Yuichiro se pase de largo sin jalonearme o pedirme que vayamos a dormir juntos. Y para empeorar mis temores, él no se detuvo. Ambos sabíamos que me había escuchado.
—Yuichiro —insistí con fuerza, girando en su dirección.
Tampoco me hizo caso. Antes de que doblase la esquina, lo tuve sujeto de la muñeca y le di un tirón que lo hizo reaccionar. En el momento en que su rostro se volvió a verme, vi por una fracción de segundos las mismas pupilas resplandecer para esfumarse por completo. Su sombrío semblante se tornó en uno más alegre y parpadeó rápidamente.
—¿Mikaela? ¿Dijiste algo?
—¿Yuichiro? Te estaba llamando —contesté extrañado—. ¿No me escuchaste?
—Ah... perdón —dijo Yuichiro, llevándose una mano sobre la frente—. No sé en qué andaba pensando que se me pasó por completo que seguía aquí.
La situación había dejado de ser graciosa.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿A dónde estás pensando ir? —pregunté, torciendo una mueca. Me aferré a él, buscando la posible respuesta en sus ojos. Y fue ahí donde consideré que Neptuno era una de las probabilidades más obvias—. No... —Hice una pausa, atemorizado—. No estarás pensando en volver a tu planeta, ¿verdad? Dijiste que solo te irías si yo te lo pedía, Yuichiro. Y jamás quiero que te vayas.
Yuichiro pareció perder la consciencia, estando de pie. Abría sus ojos para volverlos a cerrar con fuerza y meneaba su cabeza de lado a lado de bruscas sacudidas. Soltó un gruñido y se cubrió el rostro con las manos, apoyando su espalda contra la pared. Su respiración aumentó, entrecortándose peligrosamente.
—¿Yuichiro? Oye, ¿qué tienes? —chillé, poniéndome de cuclillas al verlo deslizarse por el muro hasta el suelo—. Si te sientes muy mal, deberíamos ir a una clínica. Déjame ayudarte —balbuceé hecho un manojo de nervios, pasando su brazo sobre mi hombro para ponerlo de pie—. Solo un poco más...
Era un peso muerto. Con dificultad, logré ponernos de pie.
—Vas a estar bien, Yuu.
Al llegar a la puerta, lo sentí más liviano. Sus pies dejaron de arrastrarse, su espalda se enderezo con firmeza haciéndose notar nuestra diferencia de altura. Y cuando nuestras orbes se dieron el encuentro, un escalofrió recorrió mi espina. Ni siquiera tuve el chance de soltarlo y salir pitando lo más lejos posible. Sus pupilas dilatadas, su ardiente respiración y su fuerza sobrehumana me arrimaron contra la madera, mis brazos sobre mi cabeza.
—Estaré bien si atiendes otras necesidades mías —dijo una voz gruesa y letalmente sensual.
—¿Yuichiro?
De un chasquido, la parte superior de mi pijama apareció esposando mis muñecas, exponiéndome mi pecho. De otro movimiento de dedos, las luces se apagaron por completo. Y con un solo paso, nuestros labios se encontraron salvajemente.
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¡Mi dios es un ladrón de dulces!
Fiksi Penggemar[MikaYuu x YuuMika] "¿Sabe que acaba de cometer un delito?" Yuichiro esbozó una sonrisa, le arranchó las donas al oficial y chasqueó sus dedos. "¿Y usted sabía que ahora comerán zanahorias?" Frente a los dos hombres, ahora había tres conejos. "¡Po...