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23: Primera cita oficial



Aparté su rostro de un manotazo. Yuichiro todavía no entendía lo del espacio personal. Lamentablemente, tampoco podía molestarme porque había sido mi culpa. Le había dado las noticias que todo niño con cientos de años de edad quería escuchar de mis labios.

—¡De verdad! —Chilló, sacudiéndome en medio de la entrada—. ¿Lo dices en serio? —insistió al jalonearme de la chaqueta—. ¿Q-quiere decir que puedo ordenar lo que yo quiera?

—Sí, compraré la bendita chuchería que tú quieras, Yuu —repliqué exhausto. De tan solo verlo tan enérgico ante las noticias que lo invitaría al cine, me cansaba—. Sé que odias lo salado, así que puedes comerte un muffin de fresa con una bebida.

—¡Eres el mejor! —canturreó con un brillo en sus ojos que jamás podré olvidar. Él se colgó de mi cuello como siempre lo hacía y me abrazó. Rápidamente, se separó de mí—. ¡Mikaela, necesitamos tomar todas las fotos posibles esta noche!

Suspiré ante lo infantil y alegre que podía ser. No tenía nada en contra de su positivismo, pero conociendo a Yuichiro, su euforia podía escalar y cabe la posibilidad que convierta a todos en malditos conejos si no se controla. ¡Oh, sí, señores! Ya ha ocurrido antes.

—¿Por qué quieres conmemorar esta noche? No es tu cumpleaños, ni el mío —refunfuñé al adentrarnos entre la multitud que iba subiendo las escaleras eléctricas en dirección al cuarto piso—. Tan solo vamos al cine...

Él se volteó a verme con una sonrisa de oreja a oreja y me tomó una foto, desprevenido. Aparte de ser un glotón, también era un pequeño ladronzuelo. Al tocar uno de los bolsillos de mi pantalón, mi celular ya no estaba. Yuu lo tenía en sus manos.

—Porque es una noche especial —afirmó—. Es nuestra primera salida como amigos oficialmente.

Iba a protestar y decirle lo estúpido que sonaba eso; sin embargo, no pude contener la pequeña sonrisa que torcieron mis labios. Como no tenía amigos, salir de vez en cuando en compañía de alguien me hacía sentir mucho mejor. A decir verdad, desde que Yuichiro llegó a mi vida, he estado haciendo muchas actividades que antes no hacía. Por más que sea salir a comprar dulces, estaba saliendo de mi hogar. Además, la casa ya no se sentía tan desolada.

Me gustaba su compañía pese a los obstáculos que me imponía.

Al llegar al último piso, revisamos las películas que todavía había en cartelera a estas horas de la noche y nos fuimos por una comedia. Antes de ingresar a la sala, media hora antes para ser exactos, tuve que acompañar al dios con complejo de chiquillo a que eligiese el postre que tanto quería. Yuichiro parecía estar bastante entretenido con la cantidad de muffins que tenía el cine. Como era una noche importante para ambos, le compré seis.

Durante la función, me esperaba que fuese a tragar como un cerdo. Todas las nueces o migajas se iban al suelo cuando se reía ante una de las tontas bromas. A la próxima vez, tomaré apuntes: No llevar a Yuichiro a ver una comedia con comida porque la va a terminar escupiendo o atorándose.

Pese a los abucheos de los demás por la bulliciosa risa de Yuu, la pasamos muy bien. La película nos sacó un sinfín de sonrisas y tuvimos una bonita experiencia por primera vez. Y claro, nadie terminó siendo un peludo conejo.

—¡Fue muy gracioso cuando sacaron la botella de su trasero! —me comentó al encaminarnos a la parada del autos—. ¿Cómo lo hicieron? ¿Crees que pueda hacer eso con un conejo?

Arrugué la nariz ante tus ocurrencias y mi asquerosa viva imaginación. No era algo que deseaba ver tan explícitamente. Mucho menos ver a Yuichiro haciéndolo.

—Fueron efectos especiales, Yuu —le expliqué—. No es real. Los productores solamente mandan a dise—...

Justamente, cerca de una de las tiendas del centro comercial, Yuichiro tiró del cuello de mi abrigo y colocó su brazo alrededor de mis hombros. Su gorda mejilla chocó contra la mía. Él levantó su brazo y me percaté que todavía tenía mi celular en mano, apuntándonos la cámara desde lo alto.

—Sonríe —me pidió—. Quiero recordar esta noche contigo por siempre.

Caí derrotado. Solo por esta vez, no me importaría si se sale con la suya. Alcé la mirada y me pegué más a Yuichiro, ofreciéndole una de mis más genuinas sonrisas. Y después de tomarnos las que él desee, nos marchamos a coger el último autobús de la noche.

Antes de cruzar la pista, Yuichiro me sujetó de la mano y eso mandó un leve cosquilleo a todo mi cuerpo hasta mis orejas. Él me miró de reojo y no la soltó. Tal vez estaba esperando a que me quejase, pero por primera vez, no quise hacerlo.

—Vamos a casa —susurré al acercarme más a él.

¡Mi dios es un ladrón de dulces!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora