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51: Hay mucho que pensar



—Un sueño en donde yo era un dios, ¿puedes creerlo? Lo más curioso es que estabas tú.

—¿Sigues convencido que fue una coincidencia que te llamase un par de horas después? Es lo menos que puedo hacer por ti —replicó Shinya, dándole otro sorbo a su jugo de piña.

A la primera hora de la mañana, mi primo me había contactado para vernos. No había recibido una llamada suya desde hace unos cuantos meses. Escuchar su voz hizo que me vista de inmediato y salga sin despedirme de Yuichiro. Nos citamos en una cafetería muy cercana a mi trabajo y ordenamos lo de siempre.

—¿Cómo te va? Hablé con mis tíos y me dijeron que alguien te está pretendiendo —añadió con una pícara sonrisa.

Aparte de mi hermano Lacus, Shinya había demostrado ser una de las pocas personas en mi familia con las que todavía podía entablar una relación cercana y civilizada. Era como un hermano mayor para mí. Y que se enterase sobre Yuichiro, me dejó un poco sorprendido.

—¿Cuándo hablaste con ellos?

—No me cambies de tema —ordenó con firmeza, estampando su vaso de plástico contra la mesa—. Necesito que me cuentes cada detalle. Exagera si es necesario, cariño. ¿Por qué crees que tome el primer vuelo desde Centroamérica y me vine para acá? Hubiese esperado hasta Año Nuevo, pero el chisme es mi debilidad.

Si había alguien más terco que Yuichiro, heló aquí, en carne y hueso.

—Bien, bien —acepté derrotado—. Te contaré si prometes no decir nada a nadie.

—Tú sabes que soy lo más cercano a una tumba.

—Su nombre es... Yuichiro. Es un poquito mayor que yo y hemos comenzado a vivir juntos. También está trabajando en la empresa de Ferid. Nos conocimos en la iglesia. Eso es todo —repliqué, dándole vueltas a mi taza de café.

Su penetrante mirada hizo que me dé un escalofrío. Naturalmente, tuve que omitir que el chico que me gustaba era un dios con una edad desconocida. Podría haber nacido hace millones de años atrás y jamás lo sabría. Mi primo estudió mi rostro y se recostó sobre el respaldar.

—Estás ocultando algo, Mikaela.

—N-no. No hay nada que ocultar —balbuceé, apretujando la cucharita entre mis dedos.

—No sé si debería creerte. Me da la impresión que no todo es color de rosas en esa relación. Obviamente, no me sorprende que estés planeando retirarte de tu cargo de sacerdote porque estás con un hombre. Hay algo más. Y es sobre él.

No lo podía ver a la cara en ese momento porque me descubriría. Inclusive, consideré que podía leer mi mente y eso me asustaba. Aunque, ¿qué tan malo podría ser que alguien más sepa quién era Yuichiro? Había estado guardando este secreto por tanto tiempo que necesitaba vomitarlo sobre alguien. ¿Shinya sería el elegido? Sería muy riesgoso si cree que se me ha zafado un tornillo. Les pediría a mis padres que me lleven a un manicomio.

—Puedes contármelo, si deseas —ofreció en un tono afable.

—Pues... Yuichiro no es el problema. A decir verdad, soy yo —confesé.

—¿Tú? ¿Por qué dirías eso?

—No sé cómo explicarlo —contesté ligeramente frustrado.

—Dime lo que sea. Lo primero que se te venga a la mente.

Hice una pausa para recolectar mis pensamientos.

—Yuichiro es la primera persona que me gusta mucho. Tiene sus propios encantos y cositas que hacen que quieras partirle el cuello. Sin embargo, he aprendido a aceptar cada una de ellas con el transcurso del tiempo... Quiero decir, no tengo la menor idea de cómo decirle que quiero que sea mi pareja —admití, pasándome los dedos por la cabellera—. Me da miedo que me rechace o que decida irse muy lejos. Somos bastante diferentes en ciertos aspectos.

Había tomado en consideración su doble personalidad y todo en relación a él. Yuichiro era bastante cariñoso conmigo, siempre me decía las cosas más ridículas y tiernas. Lamentablemente, ni una sola vez se me declaró o demostró que quería tener algo más conmigo. Para esa fecha, se había tornado bastante frustrante continuar así. No sabía si éramos amigos, amantes o cualquier otro tipo de categoría.

—Hay gente que es muy idiota en el amor. No se dan cuenta que están enamorados de una persona, por más que les envíes señales de humo. Pueden pasar centurias juntos y él seguirá comportándose igual. Mi consejo es que se lo digas de frente o esa relación no avanzará.

—Me tomó una eternidad darle un beso. Imagínate cuánto me tomará confesarme —reproché angustiado.

—Recupera tus testículos, primito. Tendrás que hacerlo si crees que Yuichiro es un hombre muy valioso. Tomate tu tiempo. Piensa si ser su pareja es lo que realmente quieres. ¿Qué te atrae de él? ¿Qué tiene de especial que los demás no? Y si Yuichiro terminase en los brazos de otro, ¿cómo te sentirías?

Shinya estaba en lo cierto.

¡Mi dios es un ladrón de dulces!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora